domingo, 15 de agosto de 2010


REFORESTAR EL PASEO TOLLOCAN
Publicado en CAMBIO de Junio 2010

Languidece la masa forestal del Paseo Tollocan y con ella languidece la infiltración de agua al subsuelo. Lo único que se acelera en el desfalleciente estado actual del Paseo Tollocan es la inundación rápida de sus cintas asfálticas.
Me explico. El agua viaja mucho más rápido por una superficie lisa que por una rugosa y dispareja, como la superficie vegetal de un parque. Por lo tanto, las nuevas cintas asfálticas construidas a expensas del camellón del Paseo desde el 2003 a la fecha han reducido su área verde y han aumentado el volumen de agua que llega al Lerma desde Toluca a través del Paseo.
Como muchos sabemos, cada árbol tiene una copa y una raíz. Cada copa recibe el agua de lluvia y la entretiene un buen rato antes de gotearla al suelo, retrasando así la inundación. Luego, cada raíz se bebe esa agua como un pocito de absorción.
Con la última intervención que sufrió el Paseo, perdió miles de oscuros juníperos y cientos de sauces llorones; se perdieron en consecuencia los retardadores de las inundaciones. El agua ahora corre libre por superficie, rápido hacia un río, el Lerma, que no recibe su caudal afluente porque está estrechado entre dos bordos compactos que lo han transformado en un canal impenetrable, en un tubo a cielo abierto y que no es más un río como antaño en que se hacía grandote y se hacía chiquito según la estación del año.
Es hora de volver a forestar para atrapar las gotas de lluvia en las copas de los árboles, para que ellos las dejen caer de a poquito a sus raíces profundas y así no le carguen la mano al pobre río Lerma, condenado a vivir con riveras sin árboles, árido como si fuera de plástico.
Mi propuesta es sencilla, elegante y complaciente: volver a la plantación lineal de los árboles, pero ahora al centro del camellón central (para que ninguno de los nuevos ejemplares sufra el impacto de un borrachito a medianoche). Así los árboles jóvenes podrán crecer en plenitud, sin ser encalados (no son tubos, por favor) y darán nueva identidad a un Paseo que fue orgullo de los mexiquenses y que ahora languidece pareciéndose a cualquier viaducto de cualquier ciudad.
¿Especies? Hoy ando enamorada de los encinos y puedo proponerlos como veinte años atrás en que los plantamos en La Virgen y hoy son espléndidos árboles de buen porte, pero también me encantan los fresnos, o bien los colorines (sólo hay dos en todo el Tollocan actualmente) y ni hablar de la belleza de los rosáceos capulines o de los calmados pirules. Hay de donde escoger y hay seguro que sí, mil vecinos que pueden donar un árbol, para que ningún gobierno distraiga recursos de las importantes actividades trazadas sin largueza de miras.
Colocando un árbol a cada diez metros del otro, tendremos el privilegio de plantar mil árboles a los largo de los 10 kilómetros del camellón central, es decir, mil pocitos de absorción, mil sumidores de bióxido de carbono, mil oxigenadores del aire, mil preciosidades vivas y cambiantes, florecidos y vibrantes, verdes u otoñales. Habremos plantado una elegante sinfonía de color y de bienestar para millones de personas que transitan esta maltratada obra patrimonial mexicana.
Celebremos el bicentenario plantando belleza y porvenir. Viva México.

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