ORO VERDE
Publicado en CAMBIO de marzo 2010
El Estado de México tiene vocación forestal, es decir, su suelo y su clima son óptimos para el crecimiento de especies vegetales maderables. La Comisión Nacional Forestal (CONAFOR) define a la silvicultura como “la ciencia destinada a la formación y cultivo de los bosques […] es hermana de la agricultura, diferenciándose de ésta en el tiempo de espera para la cosecha”. La mayor parte de los bosques mexicanos está en poder de ejidos y comunidades y según el VIII censo agrícola, ganadero y forestal del INEGI 2007, hay en el país 7.5 millones de hectáreas que no han sido sembradas.
En nuestro Estado cada día crece a ojos vista esta pandemia del campo: el abandono de las parcelas. Las flores silvestres cubren la tierra baldía. La pérdida de cosecha es lamentable pero es reversible, porque el bosque no requiere del campesino, el bosque una vez plantado se cuida solo y crece solo y llegado el momento puede dar gran ganancia a la comunidad o a las mujeres que se han quedado rezagadas del éxodo de los hombres al otro lado. Cuando se tale la madera, ellas podrán cobrar el aprovechamiento y volver a reforestar.
Es decir, el trabajo de cosecha y de siembra no se hace anualmente sino cada 15 o 17 años. Mientras los árboles crecen, sin embargo, se pueden obtener producciones paralelas en la misma tierra forestada. En un principio durante los tres primeros años se pueden plantar hortalizas, luego cuando los arbolitos ya tienen cierta altura se planta trébol y se ponen a engordar unos ricos guajolotes; después cuando ya los árboles no sean alcanzados por los borregos, se los puede poner a pastar entre los árboles. Para el séptimo u octavo año, se puede clarear, es decir, talar alternadamente unos cuantos ejemplares para obtener morillos con los que hacer buenas techumbres y finalmente, al cabo de 16 años se obtendrán troncos maderables y comercializables por metro cúbico.
Luego, la historia vuelve a empezar, quizás con la ayuda de los hijos, una nueva generación educada en la sostenibilidad y que habite una casa confortable construida con madera y adobe que de la bienvenida al padre que regresa a casa. Sin miedo a que “la forestal” persiga al dueño de la madera, porque el aprovechamiento silvícola que se registra ante la autoridad, en nuestro caso ante PROBOSQUE, garantiza la tala legal del predio forestal. Así lo hacen Japón, la Gran Bretaña, España, Suecia, así como Estados Unidos y Canadá.
Podrá decidirse entonces si el predio se destinará a sembrar y cosechar maíz en un año, o árboles de navidad en tres años, o bien pinos para cosecharse en ocho y quince años o bien encinos para maderarse a los 22 años.
Con la anuencia de la autoridad, la cosecha de árboles es cosa segura, es tan lícita como la cosecha de maíz. Es tala productiva (no clandestina) de un bien renovable. Es una fábrica de oxigeno y un proveedor de material de construcción no contaminante.
La arquitectura tradicional mexiquense es sustentable, se basa en el adobe y en la madera proveniente del aprovechamiento de los bosques. La madera es un material de construcción versátil, ligero, que no requiere de agua en la obra. Es el único material de construcción que produce oxigeno mientras se fabrica y que consume al mismo tiempo CO2, es en suma el más ecológico de los materiales de construcción. Es además aislante térmico y acústico, es cálido y envejece con elegancia y tratado cada seis años con aceite de linaza, es eterno.
Nuestra madera de pino es excelente para la construcción de techos acogedores y elegantes. Las vigas sirven para hacer armaduras que cubren grandes claros y dan ritmo a los salones que techan. Son además parte de la herencia cultural mexiquense, dado que en su arquitectura vernácula figuran no sólo grandes trojes y galerías envigadas sino elegantes columnas de madera sobre bases de piedra.
Y por si fuera poco, ahorra tiempos de ejecución de la obra, porque elimina los costosos y lentos colados del frío concreto armado. Así que el campo baldío, puede convertirse en una mina de oro verde, pidiendo la asesoría y las plantas a la autoridad y cosechando en unos años lo que al mismo tiempo belleza y aire puro al Estado. Y una recomendación contra el prejuicio: plantar y cosechar árboles maderables en los parques nacionales será la mejor manera de mantenerlos sanos y de desalentar a los taladores clandestinos, porque la producción legal de madera será protegida y no combatida por la autoridad y porque un bosque joven produce más oxigeno que uno envejecido.
Esta tierra generosa está a la espera de ser bien aprovechada. Pisamos oro verde.
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