RATONERA URBANA
Publicado en CAMBIO de Abril 2010
Cuando la sede del PRI mudó su céntrica sede de Av. Villada enToluca a las afueras de la ciudad, comenzó el principio del fin de la capital del Estado de México. Nadie entonces lo vio venir, nadie supuso que la reserva de tierras del gobierno del Estado en rededor de la nueva y decadente sede priísta iniciaba el abandono del centro histórico de la ciudad. Después del PRI, se fueron instancias judiciales, luego se construyó el gran hospital Nicolás San Juan, después el Archivo General del Poder Ejecutivo; siguió un centro de exposiciones y luego hasta la Comisión de Derechos Humanos fue aventada por ahí atrás, siguiendo la sinuosa calle que conduce a un callejón sin salida.
Más tarde la Procuraduría General de la República, los bomberos, el Colegio de Bachilleres y un nuevo hospital fueron también aventados detrás del rastro municipal, sin otro acceso o salida que la calle larga que dobla y se muerde la cola. Esta ratonera urbana se ha desarrollado a expensas de la vida urbana del centro cuadriculado de la ciudad de Toluca, que antes era vital y que ahora languidece con comercios de venidos a menos, con casonas deshabitadas, con inmuebles cerrados y con mariachis insolados.
Mientras tanto, el nuevo revoltijo que se sambutió en la calle Nicolás San Juan carece de las amenidades clásicas del centro de Toluca, carece de cafés con alma, de papelerías y dulcerías, carece de departamentos, de plazas públicas, de jardines, de estacionamientos, de museos, de portales, de iglesias, de calles, de bancas; en fin, carece de los múltiples usos mixtos que hacen de unas cuantas cuadras, un espacio cívico, un lugar vivo donde se puede caminar palpitando la ciudad.
El gobierno del Estado ha repartido los terrenos de marras con la misma mezquindad que un cacique reparte su milpa a sus múltiples hijos legítimos y no tan legítimos. Como patriarca rural, reparte su hacienda sin conocer de trazado urbano, de protección civil, de espacios ajardinados ni de recorridos alternos, ni de espacios públicos, ni de transporte urbano, ni de otra cosa más que la usura y la consecuente fealdad que la acompaña. Pobre Toluca, tan abandonada y amenazada con la salida de aún más instancias burocráticas hacia ese peligroso pandemónium, donde una emergencia como la de una fuga de gas, es una pesadilla con una sola salida, ineficaz, hacia la Av. Alfredo del Mazo, vialidad inhumana de ocho carriles atiborrada de camiones, trailers e imposible de cruzar.
¿Y los baldíos del centro histórico con que cuenta el gobierno del Estado de México, bien servidos y estratégicamente bien ubicados?... Bien gracias, duermen el sueño de los justos en el corazón de una ciudad que languidece debido a una desatinada sangría suburbana.
Publicado en CAMBIO de Abril 2010
Cuando la sede del PRI mudó su céntrica sede de Av. Villada enToluca a las afueras de la ciudad, comenzó el principio del fin de la capital del Estado de México. Nadie entonces lo vio venir, nadie supuso que la reserva de tierras del gobierno del Estado en rededor de la nueva y decadente sede priísta iniciaba el abandono del centro histórico de la ciudad. Después del PRI, se fueron instancias judiciales, luego se construyó el gran hospital Nicolás San Juan, después el Archivo General del Poder Ejecutivo; siguió un centro de exposiciones y luego hasta la Comisión de Derechos Humanos fue aventada por ahí atrás, siguiendo la sinuosa calle que conduce a un callejón sin salida.
Más tarde la Procuraduría General de la República, los bomberos, el Colegio de Bachilleres y un nuevo hospital fueron también aventados detrás del rastro municipal, sin otro acceso o salida que la calle larga que dobla y se muerde la cola. Esta ratonera urbana se ha desarrollado a expensas de la vida urbana del centro cuadriculado de la ciudad de Toluca, que antes era vital y que ahora languidece con comercios de venidos a menos, con casonas deshabitadas, con inmuebles cerrados y con mariachis insolados.
Mientras tanto, el nuevo revoltijo que se sambutió en la calle Nicolás San Juan carece de las amenidades clásicas del centro de Toluca, carece de cafés con alma, de papelerías y dulcerías, carece de departamentos, de plazas públicas, de jardines, de estacionamientos, de museos, de portales, de iglesias, de calles, de bancas; en fin, carece de los múltiples usos mixtos que hacen de unas cuantas cuadras, un espacio cívico, un lugar vivo donde se puede caminar palpitando la ciudad.
El gobierno del Estado ha repartido los terrenos de marras con la misma mezquindad que un cacique reparte su milpa a sus múltiples hijos legítimos y no tan legítimos. Como patriarca rural, reparte su hacienda sin conocer de trazado urbano, de protección civil, de espacios ajardinados ni de recorridos alternos, ni de espacios públicos, ni de transporte urbano, ni de otra cosa más que la usura y la consecuente fealdad que la acompaña. Pobre Toluca, tan abandonada y amenazada con la salida de aún más instancias burocráticas hacia ese peligroso pandemónium, donde una emergencia como la de una fuga de gas, es una pesadilla con una sola salida, ineficaz, hacia la Av. Alfredo del Mazo, vialidad inhumana de ocho carriles atiborrada de camiones, trailers e imposible de cruzar.
¿Y los baldíos del centro histórico con que cuenta el gobierno del Estado de México, bien servidos y estratégicamente bien ubicados?... Bien gracias, duermen el sueño de los justos en el corazón de una ciudad que languidece debido a una desatinada sangría suburbana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario