sábado, 14 de agosto de 2010

Estanquillo


EL ESTANQUILLO
Publicado en CAMBIO 19/Diciembre 2006



La palabra estanquillo ya no se usa. Sin embargo con ella bautizó Carlos Monsivaís el museo que guarda su ecléctica colección de arte popular non sancto. Colección miscelánea de piezas que remite al estanquillo debido a que en este tipo de pequeños negocios se conseguía de todo, todo lo que la época producía. El estanquillo es netamente urbano y es anterior al fenómeno de los vendedores asentados en la vía pública. Sin embargo no es tan antiguo como los tianguis, ya que los tianguis son tan antiguos como México mismo. Cuando un tianguis (de los viernes, de los lunes, etc) se vuelve estable, se acaba la ciudad. Eso ocurrió con el Parián (vocablo filipino para tianguis) del zócalo de la Ciudad de México, se hizo eterno... hasta que llegó su Alteza Serenísima Antonio López de Santa Anna y lo quitó a la brava. En Valle de Bravo la calle de Villagrán lleva al menos 11 años cerrada al tránsito, ocupada por puestos diversos, su belleza edilica apenas se alcanza a ver entre plásticos y estructuras metálicas. Remata en la plaza principal... pero está secuestrada, no se la puede recorrer, los comercios establecidos han dejado de existir tras los dizque ambulantes... es el Parián de Valle de Bravo.
Don Porfirio Díaz mandó construir los más elegantes mercados del país: altos, luminosos, bien hechos y bonitos. Pensemos en nuestro Cosmovitral que fue el mercado 16 de Septiembre, está en el centro de la ciudad y luce espléndido. En Guanajuato, el mercado es también un hito urbano y sigue funcionando como tal.
Pero la mala costumbre de comer en la calle es la causante de los males de nuestras ciudades. Mientras comer sin lavarse las manos y sin sentarse a la mesa siga siendo costumbre popular, cómo erradicar los puestos de comida?.¿Quién peca más, el puestero o el consumidor? Se necesitan dos para consumar el ilícito, como en el caso de la prostitución y de las mordidas. Muchos puesteros pagan a los Ayuntamientos por su uso ilegal de la vía pública, así se gesta la dupla delincuencial entre la autoridad y el fayuquero. ¿Y las vías públicas? Bien gracias, han desaparecido de facto por el uso ininterrumpido de los mal llamados “ambulantes” que no deambulan, sino que se adueñan de lo que no es de ellos.
Dan lástima, apelan a dar lástima y a narrar plañideramente su pobreza. Así que si sumamos al desaliño de sus puestos, el desaliño de su perpetua y estudiada pobreza, tenemos un paisaje desolador.
Fue interesante “descubrir” calles en la zona de la Terminal de Toluca. Calles que habían desaparecido bajo el andamiaje de esa forma de vida clandestina y amparada por gobiernos anteriores donde se escondían rateros, se vendía droga, se vivía el changarrismo con soberana alegría. Sin horarios, sin jefes, sin pagar impuestos, sin limpieza, sin responsabilidades, sin nombre ni apellido.
La bocanada de aire limpio que se ha insuflado en la zona del Mercado Juárez de Toluca debe llevarse a buen término, la ciudad merece verse bien, los toluqueños tuvieron alguna vez una ciudad bonita y la belleza es también un gran negocio: la revalorización de la zona es oro puro.
Quienes ahora sufren el desalojo deben saber que su modus vivendi fue llevado a cabo a expensas del deterioro del patrimonio ajeno. El usufructo de la vía pública no es legal.
Pero cambiar de giro no es fácil para quienes no están capacitados más que para comprar y revender. Y es tarea inalienable del Estado educar al ciudadano. El país está en deuda con cada analfabeta funcional, con cada persona que no ha alcanzado sus estudios secundarios, obligatorios según la Constitución. El programa Oportunidades debe acoger a esta gente desempleada mientras estudie, para que no ande en la calle y pueda aspirar luego a un trabajo formal. Es una tarea pesada; estudiar implica empeño, constancia, paciencia sin hacer negocios. La superación intelectual es condición necesaria para saber vivir y saber gastar, porque ya lo dice el adagio popular “Más tiene el rico en su pobreza que el pobre en su riqueza”. Sabemos que muchos comerciantes en la vía pública hacen dinero pero viven en la calle y jamás alcanzan la dignidad que tuvieron los dueños de los antiguos estanquillos.

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