viernes, 6 de marzo de 2015

DEMOCRATIZAR LAS CALLES

MÁS INFRAESTRUCTURA VERDE A ESPACIOS PÚBLICOS

Publicado en la revista Alcaldes de México, Marzo 2015, pag. 24

El espacio público está hecho bolas. Tratemos de masajear ese nudo periurbano que sufrimos cotidianamente. Si de nuestro cuello se tratara, el dolor nos llevaría al médico; pero ¿cómo llevar al terapeuta a una urbe contrahecha, una urbe tapizada de cruces por los atropellados que cosecha en cada esquina?

O quizás el médico no sea el adecuado, ya que las vías rápidas y sus incómodos puentes peatonales son recetados por ingenieros civiles que viajan en camionetas pick ups de 8 cilindros. ¿Qué les importa a ellos cómo se cruza una calle, cómo se camina una cuadra que quedó sin banqueta cuando le impusieron una rampa de puente peatonal?
Hay una carencia de especialistas en el ámbito del crecimiento urbano. Los burócratas han dejado en manos de las constructoras el diseño, consecuentemente se expide la misma receta en todos lados, se pierde el arbolado de los camellones para ganar un carril para la susodicha camioneta y se entuban los ríos para nada. Los ingenieros y los contadores públicos son consecuentemente quienes deciden cómo vivimos en el árido espacio público.
La Sociedad de Arquitectos Paisajistas de México sostendrá en noviembre de este año un Congreso con el tema “Infraestructura Verde en las Megalópolis”.

Es de todos sabido que una ciudad que se puede recorrer siguiendo un collar de esmeraldas (el término lo acuñó en Boston Frederick Law Olmstead en el siglo XIX), tendrá gente mejor, más relajada, más creativa y amigable.
Me detengo en el collar de esmeraldas. Se trata de que los recorridos de un barrio a otro de la ciudad se puedan hacer a través de camellones arbolados, a pie, en bici o en auto. Es en el andar cotidiano donde se necesita la infraestructura verde, nos sólo en los parques. Es la calle la que debe convertirse en un paseo, no en una odisea. La calle debe recuperar para el peatón área arbolada, senderos seguros, sombreados, floridos y relajantes.
Para tal efecto, el ancho de los carriles vehiculares debe reducirse lo más posible para disminuir la velocidad sin necesidad de topes. Las franjas ganadas a los vehículos deben destinarse a ensanchar banquetas o bien a la circulación de las bicicletas.
La ciudad del peatón no es la misma ciudad del conductor. Es lamentable que se hayan construido tantos conjuntos urbanos alejados de los centros históricos y de los centros de trabajo en lugar de densificar lo no consolidado, en lugar de construir en altura, en lugar, en fin, de hacer ciudad. La dispersión habitacional del sexenio pasado ha bajado la calidad de vida de las parejas jóvenes sujetas de crédito. Ellas han tirado a la basura sus ilusiones y su capital al verse obligadas a adquirir autos y vivir viajando enajenadas.
El espacio público que recorren (que todos recorremos) es de concreto armado. Hemos hecho un búnquer, no una ciudad. Hemos tapizado el territorio de autos en lugar de hacer metros subterráneos. Hemos extendido la mancha urbana hasta cotas antiestéticas y socialmente discriminatorias, que sólo se pueden paliar mediante los teleféricos.
Remediar no es diseñar, es mucho más difícil. Remediar nuestro malogrado espacio público pasa por devolver su lugar al peatón, al transeúnte. Luego a las bicis y luego lo motorizado.
  • ·     Remediar el espacio público pasa por la contratación de arboristas certificados para la plantación y el mantenimiento del arbolado urbano
  • ·         Pasa por la contratación de arquitectos paisajistas para las decisiones viales y urbanas
  • ·       Pasa por la humanización de la escala, por volver caminables las distancias entre las distintas actividades
  • ·         Pasa por la adquisición de reserva territorial para nuevas plazas públicas clásicas
  • ·   Pasa por volver a los usos de suelo mixtos, donde las vivencias se mezclen y traslapen, garantizando vida en las calles a todas horas

Para eso, hay que cambiar los reglamentos de construcción que exigen cajones de estacionamiento en lugar de transporte público (es fácil ser autoridad y orillar al ciudadano al abismo de tener comprar un auto, éso sólo satisface satisface las necesidades de las constructoras y de las agencias de autos). Hay que sentarse a redactar los reglamentos de las leyes pensando en el ciudadano, en el hombre de a pie. Hay que dejar de repartir cemento desde las curules del Estado de México. Hay que profesionalizar el servicio público relativo a lo urbano, así como está profesionalizada la Secretaría de Salud. Hay que usar una misma y buena calidad de mobiliario público y luminarias peatonales en todas las colonias, sean ricas, medias o bajas.

Hay que distribuir lo recaudado con los prediales en forma homogénea y dejar de remodelar el treintaiúnico kiosco de la treintaúnica plaza pública. Todas las calles deben volver a ser el escenario digno y humano del espacio público. Es lo más democrático.

jueves, 5 de marzo de 2015

San Pedro Tultepec

                                                                         Publicado en Semanario Punto el 5 de marzo del 2015          
                                                                                   

Podemos imaginar lo que vio Tata Vasco de Quiroga al ir bajando desde la Sierra de las Cruces al valle del Matlatzingo. Cuando entre pinos, encinos y tejocotes se le abrió la visual observó una isla en medio de un quieto espejo de agua con tulares. La calma de la laguna reflejó el vuelo de los patos migratorios. Luego, a la derecha, divisó el camino al occidente por la isleta de Lerma con su puente levadizo y a la izquierda la tierra firme donde levantaría una iglesia en medio del agua. En las márgenes pudo ver ahuehuetes y ahuejotes, y a lo lejos, más allá de los pueblos ribereños de enfrente, sus ojos miraron el imponente Xinantécatl.
Siguió bajando y al llegar al filo del agua pudo observar las trajineras yendo y viniendo entre los juncos, recogiendo la materia prima de los petates y pudo ver a los pescadores lanzando las redes para atrapar el pez blanco que le sería ofrecido como vianda.
Hoy, San Pedro Tultepec se ha desbordado de la isla fundacional y sin crecer en altura se extiende sobre los llanos desecados, crece sobre el lecho de la laguna del Chignahuapan. Y crece mal. Pierde las arboledas de sus tradicionales calzadas, las pierde gratuitamente, de balde. Centenarios sauces blancos desaparecen y las acequias o cañadas se pavimentan para promover deliberadamente las inundaciones. El agua viaja tres veces más rápido por un pavimento que cuando cae en la copa de los árboles primero, para gotear luego en la tierra con cubierta vegetal.
La urbanización no implica pavimentación indiscriminada. Se debe dejar respirar a la tierra. Cada cajete de árbol es un poro abierto al cielo y a su agua de lluvia. ¿Cuántos años de retroceso implica la tala de un árbol maduro? ¿50, 60, 80? En un ratito, con una motosierra, podemos echar a perder el trabajo de nuestros mayores y condenaremos a nuestros hijos a una estética de penal de alta seguridad.
 Veamos el ejemplo de la Avenida Juárez, ancho y árido acceso comercial parece Kabul bombardeado. Ir a comprar muebles los fines de semana a lo largo de esta avenida es un acto incómodo, polvoso y confuso. No se distingue por dónde caminar; hay que salvar altas guarniciones para acceder a los comercios que desplantan debajo del nivel de la avenida y que en época de lluvias seguramente reciben el agua que cae en la calle. ¿Dónde se ha visto tamaño desatino encementado a contrapendiente?

Fácil sería recuperar la esencia del sitio y la dignidad de compradores y vendedores rediseñando la avenida con la pendiente hundida al medio, recuperar el arroyo figurada y literalmente. Hacer un camellón bajito al medio a donde llegue el agua de lluvia y se reinfiltre gracias a las raíces de los ahuejotes alineados al centro. De esta manera las banquetas podrán ser parejitas, sin tropiezos, lisas, para garantizar la caminata amable y segura. Nada de rampas transversales que impiden ir mirando los muebles y obligan a mirar al suelo.
La avenida mide 33 metros de ancho, lo mismo que el Paseo Colón de Toluca, o que Insurgentes en México o un poco más que la Avenida Masarik de Polanco, donde por cierto cualquier mueble de San Pedro puede venderse tres veces más caro. ¿Qué diferencia hay entre estas tres últimas avenidas y la avenida Juárez de Tultepec? La vegetación, por su puesto. La elegancia, la buena vida y la identidad la confiere el verde natural de los árboles.

Nunca es tarde para hacer urbanismo elegante y limpio. San Pedro Tultepec se lo merece.