domingo, 10 de junio de 2012

EL CENTRO CULTURAL MEXIQUENSE Y EL ELEFANTE BLANCO


Cambio, Estado de México, mayo 2012



El Centro Cultural Mexiquense cumplió 25 años y lo conmemoró en sus excepcionales instalaciones de la ex hacienda de La Pila. El valor del sitio gobernado por la silueta del volcán Xinantécatl fue delicadamente expuesto por Mario Schjetnan, el paisajista que en ese entonces tuvo a su cargo el plan maestro. Un cuerpo de agua, planicies doradas y la gran montaña nevada inspiraron el eje rector del conjunto.

En el prado dispuesto para esculturas en torno al Museo de Arte Contemporáneo hoy estorba una carpa intrusa que ha quedado abandonada como un elefante blanco de plástico. Fue utilizada para realizar unos foros estatales muy sonados donde se hablaba de sustentabilidad mientras las plantas eléctricas ronroneaban para mantener inflado el elefante; se hablaba de desechos mientras se desechaban todos los auditorios del CCM. La sutileza de la luz natural de la que nos hablara Mario Schejtnan y que caracteriza el sitio, no era apreciable desde dentro de la panza del elefante, porque el público asistía a los pomposos discursos encandilado por una vulgar y excesiva luz eléctrica. La acústica, inexistente entre el ruido del aire acondicionado, era suplida con equipos de sonido impertinentes.

El contraste entre la sensibilidad de quienes participaron hace 25 años en el Centro Cultural y las decadentes manifestaciones plastificadas contemporáneas nos lleva a añorar el pasado. Un pasado que rescató una hacienda con su poderosa troje de madera, que realizó obras de arte como la fuente de piedras verticales de Luis Nishisawa, murales pétreos y cerámicos y que dio albergue a valiosas colecciones de arte en recintos sólidos y perdurables. Hoy ese pasado se enfrenta con el juguete blanco en medio del paso que el niño mal educado se niega a retirar.

Y todo este armatoste costoso, vergonzoso y antiestético sigue ahí como recuerdo de un gobierno despilfarrador que no entendió la belleza del sitio, que no respetó su génesis ni su valor escénico y que en cambio se instaló como paracaidista en el prado de las esculturas. Su prepotencia continúa al no desmantelar el adefesio, es un delito que se sigue cometiendo mientras no se libere al rehén, en este caso, el patrimonio cultural paisajístico de los mexiquenses.