jueves, 5 de noviembre de 2015

TRACTOURBANISMO

VUELTA A LA EDAD MEDIA
Susana Bianconi 
30 octubre 2015                                                                                                    Alfa Diario


Los fosos con cocodrilos eran el sistema de defensa de los castillos feudales. Impedían a los asaltantes trepar por las paredes y mantenían a los señores feudales seguros dentro de su encierro. 
Hoy hemos caído en la misma práctica medieval: el foso son los túneles que doblan debajo de Avenida Constituyentes y los cocodrilos son los autos que circulan y se atascan. Llegan los delincuentes y asaltan a los cocodrilos que no pueden huir ni defenderse; entonces la autoridad cuelga una canasta desde la cima del foso y suspendido a media altura coloca a un policía de tránsito para vigilar. Cuando la ocasión lo amerita, el condenado (que no caballero andante) entra en acción: se deja caer cogido de una reata canasta abajo. Una vez en el fondo del foso, procede a correr tras los asaltantes esquivando cocodrilos.
A eso hemos llegado con la monumental construcción de ductos viales, hemos reducido al policía a una indecorosa tortura medieval. Hemos deshumanizado el espacio público hasta hacerlo tan hostil que crea monstruos que asaltan cocodrilos. Todo porque el metro ha dejado de expandirse, todo porque los tranvías no están de moda, todo porque tener auto propio sigue siendo la panacea para las generaciones pasadas y también para los juniors contemporáneos.
Y continúa la construcción de vías rápidas por dentro de las ciudades, con anchos carriles a los que luego se les tachonan tortugas amarillas para disminuir la velocidad. La esquizofrenia es algo parecido a esto. Por ejemplo, hacemos vías rápidas como Las Torres y luego  le colocamos  topes para que no sea rápida, o para que debas disminuir y te embistan los que desconocen estas estrategias contradictorias.
Ser vigía del foso es una tarea triste y peligrosa, los cruceros de nuestras vías rápidas tienen áreas muertas que bien podrían estar empastadas y que harían más fácil la lectura de las circulaciones. También servirían para los peatones, los que no pueden ni deben cruzar muchos carriles sin una isla en la que recobrar el aliento. Triángulos que a lo sumo están pintados sobre el pavimento deberían ser como  almohadillas donde hacer base con pasto suave y con un árbol al medio mejor. Pero el espectáculo de los peatones toreando cocodrilos es parte de la vida cotidiana de este tractourbanismo que sufrimos.
Tractocamiones son la medida de todas las cosas en esta ciudad de Toluca ya conurbada a la Ciudad de México. Los tractocamiones son los dragones medievales que asuelan ahora a todas las damiselas y damiselos contemporáneos. La obra pública se hace en base al libro de medidas del tractocamión. Debemos cuidar que la canasta del foso libre la espina dorsal de estos dragones de 75 toneladas. Debemos elevar los puentes levadizos peatonales para que el espectáculo continúe: por debajo corren los dragones y los cocodrilos desbocados y por arriba, resoplando, los siervos de la gleba intentan subir los puentes levadizos hasta que, cansados, se atreven a cruzar por el foso peligroso y entonces, como condenados del inframundo dan el espectáculo esperado a riesgo de sus vidas desechables.
Requerimos un San Jorge que mate al dragón y que pase su mercancía a varios vehículos más pequeños. Requerimos que los cocodrilos no tengan más derechos que la plebe. Requerimos conquistar un futuro de escala humana. Requerimos vivir y trabajar a distancia caminable. Requerimos que el rey de este cuento escuche otras voces además de la de OHL. El rey y su cohorte no torean dragones porque usan alfombras voladoras de lujo. Ellos no se mezclan con la plebe, tienen princesas que desprecian a los transeúntes y se creen envidiadas. Se ven bonitas en el espejo del castillo medieval. Parásitos y bufones merodean con contratos carreteros en mano, con obras chapuceras y costosas. Los ministros regalan televisores con los que se puede ver lo bien que se vive volando en alfombra privada.
No es ironía, es la cruda realidad del tractourbanismo del siglo XXI en todo México. Así como la SEDESOL nos receta el mismo modelo de comedor popular ejecutado con block y losa de concreto armado, así la SCT nos receta el mismo modelo de puente carretero elevado. En el caso de los comedores, no les importa si la comunidad tiene arquitectura de tierra  ni  valores tradicionales como columnatas de madera; no, el modelo de comedor para pobres  se reparte a todos los súbditos igual, desde Chihuahua hasta Yucatán. Lo mismo ocurre con la misma solución urbana de pasar un puente encima de cualquier crucero que se deje, sin importar su pertinencia, sin poner mientes en la partición urbana irreversible que provocan, sin ver otras alternativas a ras de suelo, sin conectar las pequeñas arterias que solucionarían con 2 pesos el mentado crucero atascado.
Mucho dinero se va en obras y nada en proyectos alternativos. No se paga la idea, no se hacen concursos de proyectos. No se invita a la población a opinar, por el contrario, la receta se impone como en la época feudal. Súbase a la canasta y no chiste. Ya chole con los inventos del futuro como la bicicleta, faltaba más.





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