viernes, 31 de mayo de 2013

TOPO filia


 
Topos: lugar, sitio, terreno.
Publicado en CAMBIO del Estado de México # 96, mayo 2013

La elección del sitio es un acto fundacional e irreversible. Lo supieron los aztecas al establecerse en un islote del Lago de Texcoco. Lo supieron Rómulo y Remo al establecerse entre las siete colinas del Lacio con todos sus pros y sus contras. Lo supo el Zar Pedro el Grande al escoger un húmedo y pantanoso paraje para fundar San Petersburgo cerca de la frontera finlandesa. Lo supo Carlos V al escoger la pequeña villa de Magrit para fundar Madrid, la capital del imperio al centro de la península.

Vitruvio, primer arquitecto en escribir un tratado sobre arquitectura, nos enseña, hasta el día de hoy,  cómo escoger un terreno para fincar: éste debe ser seco, sano y con pendiente al mediodía (al sur). Los pedregales o malpaíses son buenos para fincar y malos para la agricultura. Los valles son buenos para la agricultura y malos para fincar. Pocos profesionistas entienden el terreno. Los Arquitectos de Paisaje,  por el contrario, lo sienten, lo intuyen, lo caminan, lo descubren y lo aman como paisanos del lugar. Hacen lo que hizo Luis Barragán en el Pedregal de San Ángel, es decir, se meten el él, desde el amanecer hasta la puesta del sol, desde el verano hasta el otro verano y finalmente, diseñan con él, no en contra de él.

Todo este preámbulo viene a cuento de la elección del terreno para el nuevo aeropuerto de la Ciudad de México, así como para las nuevas instalaciones de Pemex. Si acaso un paisajista pudiera emitir su opinión antes que las adquisiciones de tierras se efectuaran, las obras no serían tan costosas ni se hundirían en el fango ni naufragarían en el marasmo de intereses enfrentados. ¡Si tan sólo los paisajistas no fueran llamados a toro pasado sólo para hacer los jardincitos con que se lavan la cara quienes toman las decisiones topográficamente equivocadas! Pero persiste la ignorancia sobre el papel del Arquitecto Paisajista.

La vocación del Arquitecto Paisajista nace a ras del suelo, sigue por la huella del agua, sube por los troncos de los árboles, vuela con los pájaros y construye lo necesario, sólo lo necesario y nada más que lo necesario. No está hecho de mala madera, no gana nada pavimentando innecesariamente el sitio, no lucra con las obras de construcción sino con el futuro sustentable, con la maduración de su diseño integral, donde se respetan las barrancas, las costas, los manantiales y la flora del lugar. Donde la arquitectura es parte del todo y no un artefacto extraño impuesto en el lugar.

La Sociedad de Arquitectos Paisajistas de México, la SAPM, cuenta con excelentes profesionales que deben ser tomados en cuenta antes de poner cada primera piedra. Topo filia, por fin.

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