jueves, 12 de mayo de 2016

El TREN

Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México en abril 2016

La vuelta del tren. El regreso del ferrocarril como medio de transporte de pasajeros. Está en el aire en toda América la idea de volver a viajar en tren, y si bien hay una carga romántica en el deseo de vivir al ritmo de las viejas y elegantes estaciones, lo cierto es que hoy por hoy es una opción ambientalmente sensata.

Desde finales del sXIX a finales del sXX, los viajes sobre rieles nos duraron escasos cien años y fueron desaparecidos por decisión de gobierno, no a pedido del público. Fue el neoliberalismo político el que desmanteló los ferrocarriles y con ellos se acabó un transporte barato y menos peligroso que el de los autobuses que vino a sustituirlo. Alcancé a viajar en 1982 de México a Veracruz en camarote, a lo largo de la noche y en 1995 recorrí el Chihuahua-Pacífico, el famoso Chepe, único tren de pasajeros que aún sobrevive en México.
La historia de los tranvías es antecedente. Las capitales latinoamericanas se deshicieron de los tranvías para abrir paso al caos vehicular que nos agobia. Paralelamente las naciones latinoamericanas dejaron abandonados los ferrocarriles hasta concesionarlos o cancelarlos totalmente con el consecuente aumento de camiones de carga en las carreteras. Esto último nos convierte en víctimas de accidentes frecuentes entre vehículos de tonelaje muy dispares.
Hoy asistimos en el valle de Toluca a la construcción de una obra muy llamativa y costosa para sostener en lo alto los vagones del primer tren del siglo XXI. Le damos la bienvenida al tren de pasajeros, pero en lo particular, me cuestiono porque no se hizo subterráneo entre Zinacantepec y Lerma. La excavación en forma de tubo (¿recuerdan la máquina excavadora “La Rielera” usada en la Ciudad de México?) es sensata porque la forma ayuda a la función. La profundidad de la línea podría haber sido menor que la propia cimentación de las columnas de la actual estructura elevada. Pero lo mejor hubiera sido conservar los prados del camellón, que tienen vocación de parque lineal de 20 kilómetros de largo.
Esta obra del tren elevado más todos los puentes que se han construido recientemente parecen diseñados por “mirreyes” prepotentes que sólo saben gastar dinero y que desprecian el valor de la vida del peatón y del trabajador en bicicleta. Ignoran el valor del paisaje porque viven de noche y llegan a inaugurar los adefesios con lentes de sol. Que no se pueda cruzar una vía rápida los tiene sin cuidado porque ellos no nacieron pobres. Ellos valen por la nave que conducen o por el chofer que les maneja y desconocen el valor de los talleres de consulta y discusión de la obra pública. El ejercicio intelectual les da flojera. Claro, no son servidores públicos y los servidores públicos solo negocian las vacaciones pagadas con los contratistas, o bien están pintados en la silla de la oficina. Falta competencia en las secretarías de gobierno involucradas y sobra audacia e impunidad entre los contratistas que han convertido el valle del Matlatzinco en una montaña rusa pavimentada.


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