jueves, 16 de diciembre de 2010

BAJO EL MANTO DE LA SANTA MUERTE


Publicada en la revista CAMBIO Estado de México N0: 67, diciembre 2010 bajo el título: BENDITA SANTA MUERTE


Buscando respuestas racionales para la incomprensible ola de asesinatos a sangre fría que todos los días registra nuestro país, he dado en meter la nariz en un terreno ajeno y lejano de mi vocación. Pienso que debe existir una coartada moral para quienes matan a diestra y siniestra, un conjuro que anestesie el sentimiento de culpa, que congele los escrúpulos, que dis-asocie el crimen de la vida cotidiana… y casi sin querer he topado con una imagen popular que encierra las respuestas.
Me refiero a la Santa Muerte, así en mayúsculas, “porque a esa señora hay que tenerle mucho respeto”, me dijo una conocida, católica convencional. Por otro lado una joven amiga, con ojos desorbitados, me narró cómo es que su abuelita le reza todos los días a “esa señora”. Resulta que ante un problema económico y desesperada, la abuela le pidió dinero a la Santa Muerte y ella se lo concedió. Desde entonces y por temor a ella, no deja de rezarle. Lo cierto es que el dinero llegó a sus manos y no sabemos cómo, lo más probable es que lo tomara sin pedir permiso… entonces y desde ese momento, la abuela pasó a ser cómplice de la figura desdentada.
En Tepito está su altar mayor. Extranjeros filman, fotografían y estudian el fenómeno. La revista National Geographic de mayo de este año, tiene un reportaje impresionante bajo el título “Cultos Mexicanos”. La figura de la Santa Muerte es un esqueleto cubierto con un manto dorado, carece de belleza o armonía. Es incluso desproporcionada, cabezona. “Si la Santa Muerte te pide que te robes un niño, tú te lo robas” me dijo una madre soltera de tres hijos de tres padres diferentes, a quien yo consideraba buena gente. Se me heló la sangre ante el ejemplo que escogió para responder a mi pregunta sobre la huesuda.
¿Dónde ha quedado el miedo al infierno de la religión católica?, ¿dónde ha quedado la religión católica? Creo que se fue a jugar al golf con los obispos bien vestidos y malhablados y en el camino se olvidó de los olvidados. Y los olvidados (los de Buñuel y los del panismo gobernante) se buscaron su propio antídoto contra la indiferencia eclesiástica. Hoy los pecados les hacen los mandados, hoy la Santa Muerte los cubre contra sus propios delitos; los ampara contra las pequeñas y grandes bajezas a sueldo. Y ¿dónde ha quedado el estado laico?, quizás haya que ir a buscarlo debajo del techo derretido de la guardería ABC. Hoy el dinero puede más que la obediencia, más que la verdad, que el respeto, más que la entereza y la disciplina, más que el trabajo limpio, más que el respeto al derecho ajeno.
El país se derrumba por todos sus flancos y la Santa Muerte es su antiestética y popular materialización.

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