EL PAISAJE DE
LAS CARRETERAS
Susana Bianconi
Publicado en la Revista CAMBIO del Estado de México en mayo 2015, #120, pag.32
He
recorrido casi todo el país sentada en el primer asiento de los autobuses
contratados para excursiones académicas. Desde ese punto he observado durante
años el mantenimiento y evolución de las
carreteras. Ellas son la puerta de acceso principal a nuestras ciudades. Las
carreteras nos dan la bienvenida al destino escogido. Nos dicen mucho del país
que somos, tanto como la fachada de nuestra casa habla de nosotros a quien se
acerca a tocar a la puerta.De
ahí la importancia que tuvo durante 30 años el imponente Paseo Tollocan; o la eufórica
imagen que brinda el día de hoy el acceso a Metepec desde Tenango.
Lo más notorio últimamente en las carreteras
federales es la eclosión de los puentes elevados. Año con año crecen como
hongos, se necesiten o no. Transitarlos es desentenderse de lo ocurre debajo, a
ras de suelo.
¿Qué
nos sucede cuando vamos a la Terminal 2 del aeropuerto capitalino?: llegamos
por un segundo piso, suspendidos en el
aire hacia el vuelo que abordaremos. Al salir de la T2 en cambio, desandamos el camino por debajo, entre
lavadores de parabrisas en esquinas
sucias y oscuras bajo los pesados puentes
de concreto. Gente ociosa o desempleada se apoya en las columnas del
nivel superior, del nivel del segundo piso de la sociedad que viaja en avión.
Acceder
a Villahermosa la semana pasada fue una desagradable experiencia: el camellón
central de la avenida de acceso desde Cárdenas ha desaparecido, ha quedado
sepultado debajo de más carriles y nuevos puentes. No hay banquetas. Lotes
industriales despalmados de selva esperan ser rentados a las nuevas empresas
petroleras que la reforma energética ha prometido que llegarán a instalarse. El
sol quema. La sombra de los árboles ha desaparecido y las áreas de absorción
también. ¿Qué pasará cuando llueva?
Camino
a Campeche un inmenso puente vehicular se eleva para dejar pasar… una brecha
que conduce a la zona arqueológica de Ezná. Me pregunto qué estudio de aforo ha
justificado semejante obra vial.
Por
contraste, al regresar por Ciudad del Carmen, siguiendo la ruta 180, veo que la
población de Atasta ha invadido el derecho de vía hasta el ras de la carretera.
Una iglesia verde abre su puerta principal al acotamiento, sin banqueta. Se
antoja la fruta que se exhibe, pero no hay donde detenerse a comprarla. Y
entonces el contraste entre la necesidad de unos y las obras innecesarias de
otros se vuelve intolerable. Sólo hay que acceder a Coatzacoalcos para saber lo
que es abandono. Ni las líneas de las vialidades están pintadas, los baches son
insalvables, la oscuridad del malecón es ominosa. La capital del petróleo
mexicano es un pozo negro, pobre y triste. Coatzacoalcos, que procesa la
riqueza petrolera del país, es una señora vieja y trasnochada, mientras las
muñequitas maquilladas son los puentes y los segundos pisos de los nuevo-ricos.
Hay
carencias y despilfarro en una misma Secretaría. ¿Quién pondrá cordura en este
país de contrastes donde las carreteras reflejan la indiferencia oficial para
con quienes trabajan y viven a ras del suelo? La inversión para los trailers es
inmensa, la inversión para los peatones es nula… para muestra traten de cruzar
caminando el nudo de tres pisos del acceso norte a Toluca. Si lo logran, luego
me cuentan.
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