domingo, 21 de junio de 2015

EL PAISAJE DE LAS CARRETERAS



EL PAISAJE DE LAS CARRETERAS
Susana Bianconi 
Publicado en la Revista CAMBIO del Estado de México en mayo 2015,  #120, pag.32

He recorrido casi todo el país sentada en el primer asiento de los autobuses contratados para excursiones académicas. Desde ese punto he observado durante años el  mantenimiento y evolución de las carreteras. Ellas son la puerta de acceso principal a nuestras ciudades. Las carreteras nos dan la bienvenida al destino escogido. Nos dicen mucho del país que somos, tanto como la fachada de nuestra casa habla de nosotros a quien se acerca a tocar a la puerta.De ahí la importancia que tuvo durante 30 años el imponente Paseo Tollocan; o la eufórica imagen que brinda el día de hoy el acceso a Metepec desde Tenango.


 Lo más notorio últimamente en las carreteras federales es la eclosión de los puentes elevados. Año con año crecen como hongos, se necesiten o no. Transitarlos es desentenderse de lo ocurre debajo, a ras de suelo.
¿Qué nos sucede cuando vamos a la Terminal 2 del aeropuerto capitalino?: llegamos por un segundo piso,  suspendidos en el aire hacia el vuelo que abordaremos. Al salir de la T2 en cambio,  desandamos el camino por debajo, entre lavadores de parabrisas  en esquinas sucias y oscuras bajo los pesados puentes  de concreto. Gente ociosa o desempleada se apoya en las columnas del nivel superior, del nivel del segundo piso de la sociedad que viaja en avión.
Acceder a Villahermosa la semana pasada fue una desagradable experiencia: el camellón central de la avenida de acceso desde Cárdenas ha desaparecido, ha quedado sepultado debajo de más carriles y nuevos puentes. No hay banquetas. Lotes industriales despalmados de selva esperan ser rentados a las nuevas empresas petroleras que la reforma energética ha prometido que llegarán a instalarse. El sol quema. La sombra de los árboles ha desaparecido y las áreas de absorción también. ¿Qué pasará cuando llueva?
Camino a Campeche un inmenso puente vehicular se eleva para dejar pasar… una brecha que conduce a la zona arqueológica de Ezná. Me pregunto qué estudio de aforo ha justificado semejante obra vial.
Por contraste, al regresar por Ciudad del Carmen, siguiendo la ruta 180, veo que la población de Atasta ha invadido el derecho de vía hasta el ras de la carretera. Una iglesia verde abre su puerta principal al acotamiento, sin banqueta. Se antoja la fruta que se exhibe, pero no hay donde detenerse a comprarla. Y entonces el contraste entre la necesidad de unos y las obras innecesarias de otros se vuelve intolerable. Sólo hay que acceder a Coatzacoalcos para saber lo que es abandono. Ni las líneas de las vialidades están pintadas, los baches son insalvables, la oscuridad del malecón es ominosa. La capital del petróleo mexicano es un pozo negro, pobre y triste. Coatzacoalcos, que procesa la riqueza petrolera del país, es una señora vieja y trasnochada, mientras las muñequitas maquilladas son los puentes y los segundos pisos de los nuevo-ricos.
Hay carencias y despilfarro en una misma Secretaría. ¿Quién pondrá cordura en este país de contrastes donde las carreteras reflejan la indiferencia oficial para con quienes trabajan y viven a ras del suelo? La inversión para los trailers es inmensa, la inversión para los peatones es nula… para muestra traten de cruzar caminando el nudo de tres pisos del acceso norte a Toluca. Si lo logran, luego me cuentan.

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