Susana Bianconi Publicado en la revista CAMBIO del estado de México #145, año 12, pag.36
¿Por qué vacacionamos en ciudades de
calles estrechas?
Porque en ellas es fácil cruzar la
calle, y es agradable caminar. Siendo esas
calles de un solo sentido, las esquinas no son conflictivas, no requieren
semáforos y el tránsito es lento y se detiene ante los peatones.
Vacacionamos en centros históricos
porque en ellos nos sentimos bien, disfrutamos de museos y plazas pequeñas; tenemos
todos los servicios y gozamos la belleza de una arquitectura alineada, sin autos
atravesados en las banquetas. Nos
sentimos seguros hasta altas horas de la noche porque hay gente que vive en los
altos y riega geranios en los balcones.
Una ciudad de escala humana es
diversa y compacta como la comunicación contemporánea. En un solo equipo
disponemos de teléfono, radio, cámara, escáner, correo electrónico, juegos,
noticias, archivos y contacto con amigos. Así como en nuestra mano cabe todo
eso, en una sola hectárea propia de la manzana tradicional tenemos de todo: 400 metros de perímetro interesante, gente que
entra y sale de edificios diversos; además esa manzana cuenta con cuatro esquinas
muy atractivas y banquetas arboladas con gente en la calle durante todo el día. Es una
unidad interactiva como nuestro celular. Está viva y nos hace sentir vivos,
personas de carne y hueso.
No puede decirse lo mismo de las
hectáreas que ocupan los estacionamientos de los supermercados, por ejemplo,
donde no hay interacciones sociales de ninguna índole. Aridez, islas de calor e
inseguridad es lo que experimentamos al caminar alrededor de estos cementerios
urbanos destinados al imperio de los automóviles. Ni un geranio por supuesto.
Las macro manzanas requieren del uso
del automóvil; las micro manzanas son caminables. ¿Por qué no nos apetece salir
de trabajar ya noche de los hospitales periféricos a la ciudad? Porque no nos
sentimos seguros caminando junta a una vía rápida, sin gente en las banquetas.
Curiosamente llegamos a la conclusión de que las ciudades bonitas, ésas donde
uno se detiene a tomar una foto, son ciudades seguras. Belleza y seguridad son
una misma cosa a nivel urbano.
El año pasado elaboré esta imagen
para volver menos peligrosa y menos fea esta vialidad de Metepec que conduce a
Zacango. En ella se aprecia una mínima intervención en beneficio del peatón
consistente en recuperar la banqueta perdida a manos de los autos (del lado
derecho) y en la construcción de un pequeño camellón para separar los carriles
de ida y los de vuelta. Los árboles se colocan para atajar impactos y para dar
sombra al caminante.
Evidentemente la foto de abajo se ve
más bonita que la de arriba porque es más segura, porque en ella sí nos sería
grato caminar, esperar el transporte público o apearnos de la bicicleta. Es tan
simple y barata esta intervención que quizás no enamore a la costosa Secretaría
de Comunicaciones, pero la Junta de Caminos del Estado de México debe
arremangarse y echar a andar soluciones como ésta a lo largo y ancho del Estado
de México.
Ni un atropellado más. Ni un
encharcamiento más. Ni un desierto de pavimento más en este Estado de México de
mega puentes de concreto armado, donde las flores no están en los balcones sino
en las cruces que señalan el fin de la vida de los transeúntes.
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