10 DE MAYO
Susana Bianconi publicado en CAMBIO Estado de México #144, mayo 2017
Antes las niñas jugaban a las
muñecas, hoy tienen hijos. Al menos las niñas del municipio de Valle de Bravo
que se convierten en madres siendo menores de edad. El 13.5% de las jóvenes
entre 12 y 19 años de Valle de Bravo son mamás.
Mucho se ha hablado de que jugar a
las muñecas condiciona y limita el mundo femenino sólo a la maternidad. Lo
pongo en duda. Quizás, al contrario, jugar a ser mamá puede no conducir directamente
a la maternidad forzada sino que puede resultar en un juego aleccionador.
Me gustaría saber si esta tendencia contemporánea
a procrear niños a partir de vientres infantiles tiene que ver con jugar a las
muñecas o con jugar con los recursos que provee el gobierno para madres
adolescentes.
Cien años atrás, cuando se promulgaba
la Constitución de 1917, todo el país contaba con 15 millones de personas, es
decir, con la misma población con que hoy cuenta el Estado de México. Desde
entonces no hemos parado de crecer, hoy somos 130 millones. Sin lobo del hombre,
nos reproducimos sin parar.
Y vuelvo a estas niñas, las que no
han tenido tiempo de crecer y me pregunto qué clase de ciudadanos serán sus
hijos en unos años. Sé que las cárceles están llenas de jóvenes sin padre.
Jóvenes que crecieron al garete, sin afecto ni sentido de la responsabilidad.
Jóvenes que por dinero hacen cualquier trabajo sucio, porque al cabo sus madres
santas que los parieron no son llamadas a cuentas.
Ser madre es una responsabilidad
monumental, sobre los hombros de las madres se soporta la ética de una nación.
Si la madre no cuida del hijo, si no lo educa en la verdad y si no castiga la
mentira, destruirá al país entero, como está sucediendo en la actualidad.
Porque si bien nadie puede hacerse cargo de las malas acciones de sus mayores,
sí debe hacerse cargo de las malas acciones de sus menores. Quien procrea es
responsable del crío.
Y voy más lejos. Dado que en el mundo
occidental el intento de suicidio no se castiga, pensamos que no se puede
castigar al suicida que se inmola y mata a la vez a desprevenidos transeúntes. En
el mundo musulmán ha proliferado este tipo de suicida criminal al amparo de la
impunidad de brinda una ley que no ve en la madre a la culpable de los actos
perversos de su hijo.
Pienso que sí se puede castigar el
terrorismo y sin necesidad de
represalias colectivas sino llevando a cuentas sólo a la madre del suicida
criminal. Sea o no sea menor de edad el suicida. Uno no deja de ser madre
nunca. Y a sabiendas de esta condena, las bravatas bajarían, tanto en el mundo
religioso que justifica el crimen, como en nuestro mundo cotidiano de sicarios.
Dibujo el árbol y sus raíces. Es un
árbol genealógico peculiar: la madre está en la línea de tierra. Hacia arriba
sus mayores; sobre los cuales no puede hacerse responsable. Hacia abajo, sus
hijos, sobre los que tiene toda la responsabilidad imputable de sus actos. La herencia
ética está en ella. El futuro de la sociedad está en ella, no hay excusas ni
atenuantes ni dádiva oficial que le lave la cara.
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