El
boleto de mi madre
Publicado en clubdeescritura.com Fuentetaja. Septiembre 2016
Ofendida
y temblando de incertidumbre mi mamá me baja del vagón. El Guarda le ha dicho
que el carnet de médico del personal ferroviario de mi papá no la exime de
pagar su boleto ni el mío tampoco. De ida, el carnet había servido…Tengo unos
cuatro años y el viento de la pampa
nos desampara. El tren puede echarse a andar sin nosotras que hemos dejado
de ser la esposa y la hija del Doctor. ¿Cómo ha podido ocurrir esta degradación?
Entre
ripio y durmientes, los zapatos de tacos altos de mamá sufren para alcanzar la
boletería de una estación vacía. Habíamos ido de compras a Junín o a Chacabuco
quizás. Sin posición social, estábamos a merced de la picardía del Guarda que
nos miraba complacido desde en los escalones del vagón. Su grito de ¡Váaamonos!
hubiera podido dejarnos ahí toda la noche hasta el siguiente tren de la mañana.
La señora del Doctor y su hijita comprando un boleto en medio de un atardecer
en el campo, a la vera de las vías. ¡Cuánta vergüenza! Mi madre tiembla como
una hoja y es tanta su humillación que sufro por ella. Su angustia es
desproporcionada porque la ve a través del cristal de su posición social
disminuida.
Sus
zapatos de cabritilla sortean los rieles de regreso al tren y ahí acaba mi
recuerdo. Lo demás debió ser rutinario.
foto: portal "Pueblos Buenos Aires"
Hoy
con 91 años encima, mamá se vuelve a poner nerviosa, porque no conoce el
desenlace de su último viaje. Lleva un año comprando el boleto y se niega a
volver al tren. Busca excusas, recuerdos y preguntas absurdas. Su cobardía la
tiene al pie del pescante y no da el último paso. Yo la miro impotente como
cuando tenía cuatro años y soy de nuevo ese testigo incapaz de ayudarla a
soltar sus miedos, aferrados a su condición de señora del Doctor.
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