CIUDAD Y DIVERSIDAD
Susana Bianconi
Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México # 137, octubre 2016
Un promotor inmobiliario se
preguntaba por qué la gente común quedaba fuera de sus modernos complejos
urbanos, ¿por qué había exclusión en esos relucientes ejemplos de arquitectura
moderna? Daba una charla magistral sobre los usos mixtos en los nuevos
complejos donde se levantan hoteles, departamentos, oficinas y centros
comerciales. Desde el Aula Magna de la UAEMex hablaba de su visión de negocios
urbanos con escala humana. Atinadamente criticaba la necia persistencia de
reglamentos que exigen un desmedido número de cajones de estacionamiento, lo
que provoca que jamás se reduzca la preeminencia del auto particular en las
urbes.
Sus proyectos, sobrios y
convencionales no se ven mal. Los está construyendo en varias ciudades de México
sobre grandes lotes de antiguas agencias de autos. Sus usos mixtos son enteramente
bienvenidos… pero la gente se queda fuera, nos decía. Por sí solos, estos
grandes desarrollos inmobiliarios no amalgaman a la sociedad, no hacen ciudad.
Hablaba acertadamente de densificar y de peatonalizar.
Y lanzó al aire la pregunta, para la cual,
él no tenía respuesta, de cómo hacer para que, desde nuestro ámbito profesional
de la arquitectura, la sociedad fuera más homogénea y menos excluyente.
Vino entonces a mi mente la gran
manzana donde se yergue el Museo Soumaya, en lo que han dado en llamar El Nuevo
Polanco. En ella hay, además del icónico museo, un gran teatro, varios edificios
corporativos y tiendas y restaurantes de todo tipo. Uso mixto, aparentemente,
pero en ella se percibe esa exclusión social de la que hablaba el ponente. La
gente que llega en auto emerge bien vestida y la gente de intendencia, en
cambio, está uniformada.
arriba: megacuadra; abajo cuadras normales
Desde mi postura profesional
considero que esto se debe al tamaño de ese gran espacio, dado que equivale a
nueve manzanas convencionales del Polanco original. Hay entonces mucha menos área verdaderamente
pública en el nuevo Polanco que en el antiguo. Las manzanas del viejo Polanco
son cómodas, caminables, se les puede dar la vuelta. La manzana del Nuevo
Polanco es inmensa porque fue un lote industrial. ¿Cuál tiene mayor mezcla de
gentes y más vida sana? Pues las nueve cuadras pequeñas porque hay muchas más
calles y con ellas mucho más largo es el perímetro entre lo público y lo
privado, que es el que da vida a las ciudades.
Mientras, la autoridad les pide a los
desarrolladores que construyan obra vial, puentes elevados o deprimidos y vías
rápidas para mitigar el impacto de estos complejos. Y no va por ahí la solución
urbana, no se trata de seguir haciéndole agujeros al cinturón en lugar de
adelgazar, sino de pedirle al inversor que abra calles sencillas que penetren
esos grandes lotes, calles para tráfico ligero y para transporte público
urbano, por su puesto, tranvías si fuera posible. Pasa por dejar de lado el
automóvil para subirse a la bici; no pasa por hacer salir a la gente de la
ciudad por una vía rápida, sino de que la gente se quede en la ciudad, viva y
trabaje en ella y la disfrute a ras del suelo.
Este caballero del podio pedía
educadamente que la autoridad le exigiera a él lo que el dueño del complejo no
está dispuesto a dar: espacio público. Porque si bien sus diseños tienen
amenidades peatonales como las del Nuevo Polanco, ellas son diseñadas sobre el
espacio privado del cliente. Y una ciudad viva debe tener contactos continuos
entre lo público y lo privado, es decir, debe tener banquetas y plazas bien
trazadas y cuadras chicas, cuanto más pequeñas, más vida tendrá la ciudad, habrá
más área pública donde sociabilizar y mezclar las clases sociales gracias a los
negocios privados con frente a esas calles.
Al autorizar la construcción de
mega-manzanas sin escala humana, la autoridad y los desarrolladores pierden de
vista que matan a la gallina de los huevos de oro, porque sus nuevos espacios sólo
son adquiridos por los pocos que siguen usando el auto como símbolo de estatus (aunque
sufran escondidos dentro de ellos). Así dejan fuera a la gente que piensa que
caminar es parte del quehacer cotidiano, con derecho a vivir y a trabajar en el
mismo lugar, esa nueva generación diversa y divertida que viene con todo.
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