jueves, 17 de noviembre de 2016

CIUDAD Y DIVERSIDAD

CIUDAD Y DIVERSIDAD
Susana Bianconi                              
   Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México # 137, octubre 2016

Un promotor inmobiliario se preguntaba por qué la gente común quedaba fuera de sus modernos complejos urbanos, ¿por qué había exclusión en esos relucientes ejemplos de   arquitectura moderna? Daba una charla magistral sobre los usos mixtos en los nuevos complejos donde se levantan hoteles, departamentos, oficinas y centros comerciales. Desde el Aula Magna de la UAEMex hablaba de su visión de negocios urbanos con escala humana. Atinadamente criticaba la necia persistencia de reglamentos que exigen un desmedido número de cajones de estacionamiento, lo que provoca que jamás se reduzca la preeminencia del auto particular en las urbes.
Sus proyectos, sobrios y convencionales no se ven mal. Los está construyendo en varias ciudades de México sobre grandes lotes de antiguas agencias de autos. Sus usos mixtos son enteramente bienvenidos… pero la gente se queda fuera, nos decía. Por sí solos, estos grandes desarrollos inmobiliarios no amalgaman a la sociedad, no hacen ciudad. Hablaba acertadamente de densificar y de peatonalizar.
Y lanzó al aire la pregunta, para la cual, él no tenía respuesta, de cómo hacer para que, desde nuestro ámbito profesional de la arquitectura, la sociedad fuera más homogénea y menos excluyente.
Vino entonces a mi mente la gran manzana donde se yergue el Museo Soumaya, en lo que han dado en llamar El Nuevo Polanco. En ella hay, además del icónico museo, un gran teatro, varios edificios corporativos y tiendas y restaurantes de todo tipo. Uso mixto, aparentemente, pero en ella se percibe esa exclusión social de la que hablaba el ponente. La gente que llega en auto emerge bien vestida y la gente de intendencia, en cambio, está uniformada.
arriba: megacuadra; abajo cuadras normales

Desde mi postura profesional considero que esto se debe al tamaño de ese gran espacio, dado que equivale a nueve manzanas convencionales del Polanco original.  Hay entonces mucha menos área verdaderamente pública en el nuevo Polanco que en el antiguo. Las manzanas del viejo Polanco son cómodas, caminables, se les puede dar la vuelta. La manzana del Nuevo Polanco es inmensa porque fue un lote industrial. ¿Cuál tiene mayor mezcla de gentes y más vida sana? Pues las nueve cuadras pequeñas porque hay muchas más calles y con ellas mucho más largo es el perímetro entre lo público y lo privado, que es el que da vida a las ciudades.
Mientras, la autoridad les pide a los desarrolladores que construyan obra vial, puentes elevados o deprimidos y vías rápidas para mitigar el impacto de estos complejos. Y no va por ahí la solución urbana, no se trata de seguir haciéndole agujeros al cinturón en lugar de adelgazar, sino de pedirle al inversor que abra calles sencillas que penetren esos grandes lotes, calles para tráfico ligero y para transporte público urbano, por su puesto, tranvías si fuera posible. Pasa por dejar de lado el automóvil para subirse a la bici; no pasa por hacer salir a la gente de la ciudad por una vía rápida, sino de que la gente se quede en la ciudad, viva y trabaje en ella y la disfrute a ras del suelo.
Este caballero del podio pedía educadamente que la autoridad le exigiera a él lo que el dueño del complejo no está dispuesto a dar: espacio público. Porque si bien sus diseños tienen amenidades peatonales como las del Nuevo Polanco, ellas son diseñadas sobre el espacio privado del cliente. Y una ciudad viva debe tener contactos continuos entre lo público y lo privado, es decir, debe tener banquetas y plazas bien trazadas y cuadras chicas, cuanto más pequeñas, más vida tendrá la ciudad, habrá más área pública donde sociabilizar y mezclar las clases sociales gracias a los negocios privados con frente a esas calles.
Al autorizar la construcción de mega-manzanas sin escala humana, la autoridad y los desarrolladores pierden de vista que matan a la gallina de los huevos de oro, porque sus nuevos espacios sólo son adquiridos por los pocos que siguen usando el auto como símbolo de estatus (aunque sufran escondidos dentro de ellos). Así dejan fuera a la gente que piensa que caminar es parte del quehacer cotidiano, con derecho a vivir y a trabajar en el mismo lugar, esa nueva generación diversa y divertida que viene con todo.


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