LOS URBANISTAS NO PEGAN LADRILLOS
Publicado en CAMBIO del Estado de México el el #133 de junio 2016, pag 31
Obras
trinqueteras. Ese vocablo lo he oído en el medio legal para señalar a alguien
que se imposta como abogado sin serlo. Análogamente en el Estado de México las
obras viales están hechas por cualquiera menos por un urbanista. Se ve, se
siente, el contratista está presente. A diferencia de Suiza, aquí no se nos
pide opinión para abrir carreteras por zonas forestales de recarga, aquí se
miente con que por cada árbol talado se plantarán 10. Nadie responde, nadie se
hace cargo de la mala calidad de las obras, ni de las taladeras, ni del polvo
que levantan, ni de los accidentes viales que provocan. Hay negocios malsanos
en las obras que se hacen en el Estado de México.
Busco a quién
hacerle preguntas y me encuentro novedades. En el vértice de la pirámide a
cargo de la Secretaría de Infraestructura del Gobierno del Estado se encuentra
un abogado. Él tiene por debajo de sí a la Junta de Caminos que está
actualmente dirigida por una abogada. No encuentro en la burocracia
contemporánea con quién hablar de urbanismo, de urbanidad, de la ciudad ideal,
de las ciudades exitosas y competitivas, de las ciudades de escala humana donde
caminar es la esencia del quehacer cotidiano. No encuentro respeto por el
peatón, nadie hace aforos peatonales, nadie hace banquetas arboladas, nadie
estudia la viabilidad de las bicicletas en las ciudades planas.
No encuentro
ganas tampoco de hablar con un gobernador que confunde urbanistas con
albañiles. Lo dijo así cuando creó la Secretaría de Infraestructura del Estado:
“El maestro Erasto no va a ir a poner tabiques y a hacer la mezcla de las obras
que estamos haciendo en el Estado de México, el maestro Erasto lo que va a
hacer es gestionar recursos, supervisar que las obras se estén haciendo con
transparencia, con orden, con pulcritud, que todas las obras que están
llevándose a cabo en este momento se puedan construir, se puedan concretar” (El
Universal 27/08/2015).
Me parece que
dejar la pertinencia de las obras en manos de un neófito en urbanismo no es
acertado. Las obras no son un remedio contra una enfermedad. Muchas veces son
las causantes de los peores síntomas de enajenación anti-urbana, obras que
nadie solicita, obras que separan comunidades, obras que hipotecan el futuro de
nuestro Estado, obras que provocan inundaciones, que tapan ríos y canales, que
pavimentan humedales, que talan árboles frondosos, obras que semejan a
Ecatepec.
Conforme
tardo cada día más en llegar al trabajo, me pregunto por qué las nuevas vías
rápidas se han vuelto más lentas. Conforme extraño los prados y los árboles de
los camellones me pregunto por qué están plantando cipreses panteoneros, que no
dan sombra. Conforme se inundan los nuevos puentes vehiculares me pregunto por
qué no se hacen trincheras de infiltración. Conforme el entorno que me rodea se
vuelve más feo me pregunto quién diseña nuestras antiguas calles, hoy llamadas
vías de comunicación. Conforme se me impide cruzar una de esas vialidades, se
me obliga a usar el auto para ir enfrente. Conforme más uso el auto, más
puentes anti-peatonales aparecen, vacíos de gente que no se atreve a ejaularse
en las alturas. Conforme el deterioro de las relaciones sociales se incrementa
debido a esta parcelación del territorio, me pregunto quién diseña la ciudad
contemporánea, al menos en el Estado de México. ¿Quién está a cargo del
monstruo orwelliano que reproduce Ecatepec en cada obra de ingeniería vial?
El mundo de
los abogados suele ser árido como los juzgados de los reclusorios en los que trabajan.
Allá ellos. Lo malo es que están convirtiendo todo el territorio del Estado, en
una inmensa cárcel de concreto.
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