martes, 17 de mayo de 2016

EL VALOR DE ESFUERZO

EL VALOR DE ESFUERZO
en el diseño paisajista
M. en Dis. Azael Pérez Peláez


El juicio de valor con respecto a los aciertos y errores en el particular caso de la contemplación de la obra paisajista se sustenta, además de las cuestiones estéticas, funcionales y de habitabilidad, preponderantemente en la observación de lo que me atrevo a definir como el valor de esfuerzo.
Cuando me refiero a este valor de esfuerzo hablo del cálculo que se tiende a realizar en forma automática al observar las tareas y trabajos específicos que se tuvieron que realizar para obtener los resultados presentados en el caso específico que se está valorando.

Aquí conviene detenerse un momento a fin de esclarecer el concepto propuesto de valor de esfuerzo. He aquí un ejemplo que arroja un poco de luz sobre la cuestión: Cuando se comparan 2 objetos que cumplen con la misma función, digamos que sean 2 trompos para darle especificidad a este ejemplo, los parámetros aplicables a dicho juicio suelen asignar mayores cotas de valor a un trompo artesanal por sobre un juguete similar pero de fabricación industrial.

Lo que importa observar aquí es que en el caso de presentarse la necesidad de una valoración apresurada de un objeto, la evaluación ocurre con la información que se tiene a la mano, y en esta categoría de datos inmediatos el valor del trabajo y esfuerzo aplicado a la tarea de creación tienen un mayor peso como cualidad inherente al objeto resultante.

Es a partir de este análisis apresurado que el valor de esfuerzo se generaliza como sistema de valoración en el análisis de casi cualquier objeto de diseño, con el riesgo colateral de cobijar bajo su manto otras categorías de juicio más complicadas de aplicar, como la pertinencia, eficiencia, sustentabilidad, integración contextual entre muchas otras.

Para no perdernos en consideraciones de apreciación que pueden ser abordables en otro momento, me gustaría presentar un caso más específico de la ocurrencia del valor de esfuerzo y la posible conveniencia de su omisión en el campo del diseño del paisaje.

Sea a modo de ejemplo la comparación apreciativa de 2 espacios con características contextuales similares, supongamos para efectos de comprensión didáctica que existen 2 terrenos adyacentes en un espacio dado. Estos dos terrenos de áreas similares y condiciones de suelo y clima análogos tienen dos trabajos de pasaje completamente diferentes.

Asignemos al terreno “A” el trabajo de diseño de un paisajista “x”. Ahora bien, al terreno vecino, al que llamaremos terreno “B”, le asignaremos el trabajo de paisajismo a la naturaleza, es decir, la inclemencia de los elementos climáticos y sus particularidades fortuitas, dadas por el ambiente en el que se encuentran inmersos ambos espacios.

Vamos a intentar que el ejemplo sea más cercano, visualizable y específico diciendo que ambos terrenos se encuentran en esta ciudad, en esta colonia, digamos que este edificio no existe y sólo están los dos terrenos separados por una barda de tabique. Hablamos entonces de 2 espacios situados en la ciudad de Toluca, con un clima cambiante, predecible pero difícil de trabajar en el campo del diseño paisajista.

Supongamos que el terreno “A” fue trabajado durante 1 año por el paisajista “x” bajo los principios del jardín francés, con algunas zonas de inspiración japonesa y con perspectivas ecológicas y ambientalistas, el dueño resulta ser amante de la naturaleza y desea que su jardín sea lo más amigable con el medio posible, tal vez por un lado un pequeño huerto, algunos árboles frutales, una pequeña fuente que de vida y brinde espacio para las aves y zonas de reproducción de especies nativas.
El diseño del jardín en el terreno “A” surge entonces siempre pensando en lograr un trabajo que cumpliera al menos con una lista de objetivos a saber:

Contribuir a regular el clima de la cuidad.
Captar el agua de lluvia hacia los mantos acuíferos.
Generar oxígeno.
Captar partículas contaminantes.
Amortiguar los niveles de ruido.
Conservar la humedad.
Disminuir la erosión del suelo y los riesgos de inundación.
Convertirse en sitios de refugio, protección y alimentación de fauna silvestre.
Brindar frutos, hortalizas, flores y plantas aromáticas.

Si tuviera que aventurar una cotización para la realización de este jardín en el terreno “A” diría que tomando en cuenta diseño, materiales, mano de obra y las especies vegetales introducidas, el costo total de este diseño paisajista estaría alrededor de los cien mil pesos mexicanos.

Y ocurre indefectiblemente que el diseño de un espacio como este requiere de tareas de mantenimiento que si se manejan de forma eficiente y se reducen las malas prácticas de jardinería podríamos aventurar otra cifra: el costo de mantenimiento del terreno “A” rondaría los 20 mil pesos mexicano anuales.

Generar esa cantidad de recursos, tanto para el diseño como para el mantenimiento requiere de mucho trabajo, trabajo que será valorado a la hora de que los vecinos contemplen el jardín y apliquen el juicio de valor de esfuerzo, todas las horas invertidas, los materiales, electricidad, control de plagas, trabajos alternos para generación de recursos, labor paisajística, se verán cobijados bajo el manto protector del valor de esfuerzo.

En el proceso de apreciación del espacio intervenido, se tratará de disimular el hecho de que es muy probable que el gasto energético de realización y de mantenimiento sumados no se ven compensados por la contribución climática del propio espacio. Y también se tratará de no evidenciar la generación de residuos y desechos durante el periodo de realización, así como la eliminación de especies presentes previas a la introducción de las nuevas plantas y animales.

También se tratará de amortiguar el cargo de conciencia en el secuestro de especies exóticas mediante la generación de micro hábitats adecuados para su supervivencia, manejo de la zonificación, sistemas de riego, tal vez un pequeño invernadero, malla sombra, sistemas textiles de control de maleza, y otros ingeniosos implementos asegurarán que vale la pena la apropiación y acaparamiento. Y nunca mencionaremos al público los gastos energéticos y sus consecuencias ambientales derivadas de dichas estrategias de manutención.

Ya hemos hablado bastante del terreno “A”. Si echamos un vistazo sobre la barda para observar lo que ocurrió durante ese año en el terreno “B” observaremos lo que ya estamos acostumbrados a ver en los terrenos baldíos de esta ciudad.

El terreno “B” después de un año bajo el ojo poco vigilante de su entorno sucumbió al poder de los elementos. En una esquina hay un montón de basura que apenas se alcanza a distinguir porque los dientes de león y tomates silvestres ya casi la han cubierto en su totalidad, en el centro hay una batalla entre 2 tepozanes y un grupo de dalias en flor, el frijol silvestre casi ha cubierto la barda, en el suelo hay al menos 10 diferentes tipos de gramíneas compitiendo por espacio y recursos, un enorme charco en algún extremo brinda refugio a renacuajos y larvas de catarinas que devoran a las larvas de mosquitos, las aves han hecho nidos por todos lados, el cadáver de muchas plantas que no sobrevivieron a su primera sequía ya se han convertido en un sistema de acolchado para los brotes de este año.

El caos reina en todo el espacio del terreno “B” no hay un solo rincón deshabitado, y cada centímetro está en disputa constante, este caos es el mismo que asegura su dinamismo, transformación constante, un arbusto de salvia está a punto de morir para dar lugar a un rosal que es mucho más poderoso, en las grietas abiertas por pequeñas margaritas silvestres se han instalado fuertes dientes de león y un par de nopales que tas están desterrando poco a poco, cuando llegue la siguiente sequía, el territorio conservará solo a aquellos que se adapten al cambiante clima de Toluca.

Quiero proponer un ejercicio más, Ignoremos por un momento el valor de esfuerzo. Tenemos en consecuencia 2 terrenos de similares características y podemos deducir que ambos cumplen con la serie de objetivos propuestos. Ambos espacios contribuyen a regular el clima de la cuidad, captan el agua de lluvia hacia los mantos acuíferos, generan oxígeno, captan partículas contaminantes, amortiguan los niveles de ruido, conservan la humedad, disminuyen la erosión del suelo y los riesgos de inundación, son sitios de refugio, protección y alimentación de fauna silvestre, brindan frutos, hortalizas, flores y plantas aromáticas.

Todavía más, El terreno “B” no requiere de gastos energéticos, no ocupa mantenimiento ni sistemas de riego. Prescinde totalmente de estrategias de control ya que recurre a la autorregulación biótica natural. Durante su creación, más bien desarrollo no requirió de costos de diseño, mano de obra, no ha introducido especies exóticas y mantiene controlada su población y manejo de recursos de forma eficiente y sustentable.

EL diseño paisajista se está enfrentando a un nuevo escenario. Con los avances y cada vez mayores conocimientos acerca de las dinámicas del entorno biótico y su sistema de relaciones entre recursos, espacio y seres vivos, el paisajista contemporáneo se ve a sí mismo con la obligación de omitir el valor de esfuerzo en favor de reforzar el valor de los principios fundamentales observados en la naturaleza.

Estos valores forjarán los parámetros de diseño, realización y apreciación de los trabajos de paisajismo en el futuro cercano. Me aventuraré a nombrar como parte de esta naciente lista de preceptos a los siguientes:

Entropía. La utilidad del caos no requiere de su comprensión, si no de la conciencia de su papel en el medio
Biomímesis. La naturaleza ha resuelto todos los problemas, algunos desde hace miles de millones de años, ya no es tan aconsejable preguntarle al vecino, dirijamos nuestras preguntas al pasado evolutivo.
Autopoiésis. El entorno natural presenta mecanismos de autorregulación que transportan a los seres vivos de forma a veces violenta pero siempre indefectible hacia el dinamismo sustentable
Arqueología del paisaje. El trabajo del paisajista con el espacio a intervenir no se detiene en su contexto coetáneo, requiere de la observación del pasado, y de la inferencia de su futuro ambiental.
Observación consciente. Sentarse a ver crecer la hierba es la tarea más importante y fundamental del paisajista de las nuevas generaciones, de ello depende la comprensión del entorno.

Lectura recomendada:
El valor de esfuerzo en la valoración de cualquier objeto puede nublar la visión del observador provocando distorsiones apreciativas. Es por ello que este artículo no lleva bibliografía, la cantidad de fuentes, la calidad inferida de las mismas y la pertinencia esperada de esos textos se convertiría en una palanca que daría fuerza al valor de esfuerzo percibido en la realización de este documento. Por otro lado quiero aprovechar el espacio dejado por dicha ausencia bibliográfica para recomendar algunos textos que pudieran encaminar al lector en la dirección propuesta.

Althusser, L. Para un materialismo aleatorio. Arena libros, Madrid, 2002.
Benyus, J. M. (2012). Biomímesis: cómo la ciencia innova inspirándose en la naturaleza. tusquets editores.
Bourriaud, N. Estética Relacional. Adriana Hidalgo Editora, Argentina. 2008.
Camarena, P. 2010. Xerojardinería. Guía para el diseño de los jardines de Ciudad Universitaria. Secretaría Ejecutiva REPSA, Coordinación de la Investigación Científica, UNAM, México, D.F.
De Val, E. Et. Al. Ecología y Evolución de las Interacciones Bióticas. Fondo de Cultura Económica. Centro de Investigaciones en Ecosistemas. UNAM. 2012.
Gómez-Pérez, B. 1994. Rescate de la memoria histórica del pueblo de Santa Úrsula Coapa. Gobierno del DF, Delegación Coyoacán, Dirección de Fomento Cultural, México, D.F. 127.
Lane, N. (2015). Los Diez Grandes Inventos de la Evolución. (Primera edición en México) México Editorial Ariel.
Lot, A. (Coord.). 2007. Guía ilustrada de la Cantera Oriente. Caracterización ambiental e inventario biológico. Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Coordinación de la Investigación Científica, UNAM., México, D.F. 253 pp.
Lot, A. y Z. Cano-Santana (eds.). 2009. Biodiversidad del ecosistema del Pedregal de San Ángel. Libro Conmemorativo del 25 aniversario de la Reserva Ecológica de Ciudad Universitaria (1983-2008). Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Coordinación de la Investigación Científica, UNAM., México, D.F. 538 pp.
Margulis L. (1998). Planeta Simbiótico. Barcelona: Debate.
Maturana, H R. (1997). De Máquinas y Seres Vivos, autopoiésis de la organización de lo vivo. Santiago de Chile: Editorial Universitaria.
Pérez, A., Higuera, A., Santamaría A. (2014). Aproximación natural al diseño relacional. Revista Iberoamericana de Ciencias. Julio 2014. ISSN 2334-2501
UNAM. 2006. Morada de lava. Armando Salas Portugal. Las colecciones fotográficas del Pedregal de San Ángel y la Ciudad Universitaria. UNAM, México, D.F. 199 pp.

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