Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México en abril 2016
La vuelta del
tren. El regreso del ferrocarril como medio de transporte de pasajeros. Está en
el aire en toda América la idea de volver a viajar en tren, y si bien hay una
carga romántica en el deseo de vivir al ritmo de las viejas y elegantes
estaciones, lo cierto es que hoy por hoy es una opción ambientalmente sensata.
Desde finales
del sXIX a finales del sXX, los viajes sobre rieles nos duraron escasos cien
años y fueron desaparecidos por decisión de gobierno, no a pedido del público.
Fue el neoliberalismo político el que desmanteló los ferrocarriles y con ellos
se acabó un transporte barato y menos peligroso que el de los autobuses que
vino a sustituirlo. Alcancé a viajar en 1982 de México a Veracruz en camarote,
a lo largo de la noche y en 1995 recorrí el Chihuahua-Pacífico, el famoso
Chepe, único tren de pasajeros que aún sobrevive en México.
La historia
de los tranvías es antecedente. Las capitales latinoamericanas se deshicieron
de los tranvías para abrir paso al caos vehicular que nos agobia. Paralelamente
las naciones latinoamericanas dejaron abandonados los ferrocarriles hasta
concesionarlos o cancelarlos totalmente con el consecuente aumento de camiones
de carga en las carreteras. Esto último nos convierte en víctimas de accidentes
frecuentes entre vehículos de tonelaje muy dispares.
Hoy asistimos
en el valle de Toluca a la construcción de una obra muy llamativa y costosa
para sostener en lo alto los vagones del primer tren del siglo XXI. Le damos la
bienvenida al tren de pasajeros, pero en lo particular, me cuestiono porque no
se hizo subterráneo entre Zinacantepec y Lerma. La excavación en forma de tubo
(¿recuerdan la máquina excavadora “La Rielera” usada en la Ciudad de México?)
es sensata porque la forma ayuda a la función. La profundidad de la línea
podría haber sido menor que la propia cimentación de las columnas de la actual
estructura elevada. Pero lo mejor hubiera sido conservar los prados del
camellón, que tienen vocación de parque lineal de 20 kilómetros de largo.
Esta obra del
tren elevado más todos los puentes que se han construido recientemente parecen
diseñados por “mirreyes” prepotentes que sólo saben gastar dinero y que
desprecian el valor de la vida del peatón y del trabajador en bicicleta.
Ignoran el valor del paisaje porque viven de noche y llegan a inaugurar los
adefesios con lentes de sol. Que no se pueda cruzar una vía rápida los tiene
sin cuidado porque ellos no nacieron pobres. Ellos valen por la nave que
conducen o por el chofer que les maneja y desconocen el valor de los talleres
de consulta y discusión de la obra pública. El ejercicio intelectual les da
flojera. Claro, no son servidores públicos y los servidores públicos solo
negocian las vacaciones pagadas con los contratistas, o bien están pintados en
la silla de la oficina. Falta competencia en las secretarías de gobierno
involucradas y sobra audacia e impunidad entre los contratistas que han convertido
el valle del Matlatzinco en una montaña rusa pavimentada.
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