Tesis de Maestría del arq. Andrés S. Galindo Bianconi
favor de copiar y pegar este link:
http://hdl.handle.net/20.500.11799/41352
sábado, 28 de mayo de 2016
miércoles, 25 de mayo de 2016
TESIS DE DOCTORADO EN LÍNEA
http://ri.uaemex.mx/handle/20.500.11799/41303
Superficie de contacto alternativa para la tarima de madera usada en la cimbra tradicional en el Estado de México
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http://ri.uaemex.mx/handle/20.500.11799/41303
martes, 17 de mayo de 2016
EL VALOR DE ESFUERZO
EL VALOR DE ESFUERZO
en el diseño paisajista
M. en Dis. Azael Pérez Peláez
El juicio de valor con respecto a los aciertos y errores en
el particular caso de la contemplación de la obra paisajista se sustenta,
además de las cuestiones estéticas, funcionales y de habitabilidad, preponderantemente
en la observación de lo que me atrevo a definir como el valor de esfuerzo.
Cuando me refiero a este valor de esfuerzo hablo del cálculo
que se tiende a realizar en forma automática al observar las tareas y trabajos
específicos que se tuvieron que realizar para obtener los resultados
presentados en el caso específico que se está valorando.
Aquí
conviene detenerse un momento a fin de esclarecer el concepto propuesto de
valor de esfuerzo. He aquí un ejemplo que arroja un poco de luz sobre la
cuestión: Cuando se comparan 2 objetos que cumplen con la misma función,
digamos que sean 2 trompos para darle especificidad a este ejemplo, los
parámetros aplicables a dicho juicio suelen asignar mayores cotas de valor a un
trompo artesanal por sobre un juguete similar pero de fabricación industrial.
Lo que
importa observar aquí es que en el caso de presentarse la necesidad de una
valoración apresurada de un objeto, la evaluación ocurre con la información que
se tiene a la mano, y en esta categoría de datos inmediatos el valor del
trabajo y esfuerzo aplicado a la tarea de creación tienen un mayor peso como
cualidad inherente al objeto resultante.
Es a partir
de este análisis apresurado que el valor de esfuerzo se generaliza como sistema
de valoración en el análisis de casi cualquier objeto de diseño, con el riesgo
colateral de cobijar bajo su manto otras categorías de juicio más complicadas
de aplicar, como la pertinencia, eficiencia, sustentabilidad, integración
contextual entre muchas otras.
Para no
perdernos en consideraciones de apreciación que pueden ser abordables en otro
momento, me gustaría presentar un caso más específico de la ocurrencia del
valor de esfuerzo y la posible conveniencia de su omisión en el campo del diseño
del paisaje.
Sea a modo
de ejemplo la comparación apreciativa de 2 espacios con características
contextuales similares, supongamos para efectos de comprensión didáctica que
existen 2 terrenos adyacentes en un espacio dado. Estos dos terrenos de áreas similares
y condiciones de suelo y clima análogos tienen dos trabajos de pasaje
completamente diferentes.
Asignemos
al terreno “A” el trabajo de diseño de un paisajista “x”. Ahora bien, al
terreno vecino, al que llamaremos terreno “B”, le asignaremos el trabajo de
paisajismo a la naturaleza, es decir, la inclemencia de los elementos
climáticos y sus particularidades fortuitas, dadas por el ambiente en el que se
encuentran inmersos ambos espacios.
Vamos a
intentar que el ejemplo sea más cercano, visualizable y específico diciendo que
ambos terrenos se encuentran en esta ciudad, en esta colonia, digamos que este
edificio no existe y sólo están los dos terrenos separados por una barda de
tabique. Hablamos entonces de 2 espacios situados en la ciudad de Toluca, con
un clima cambiante, predecible pero difícil de trabajar en el campo del diseño
paisajista.
Supongamos
que el terreno “A” fue trabajado durante 1 año por el paisajista “x” bajo los
principios del jardín francés, con algunas zonas de inspiración japonesa y con
perspectivas ecológicas y ambientalistas, el dueño resulta ser amante de la
naturaleza y desea que su jardín sea lo más amigable con el medio posible, tal
vez por un lado un pequeño huerto, algunos árboles frutales, una pequeña fuente
que de vida y brinde espacio para las aves y zonas de reproducción de especies
nativas.
El diseño
del jardín en el terreno “A” surge entonces siempre pensando en lograr un
trabajo que cumpliera al menos con una lista de objetivos a saber:
Contribuir a regular el clima de la cuidad.
Captar el agua de lluvia hacia los mantos acuíferos.
Generar oxígeno.
Captar partículas contaminantes.
Amortiguar los niveles de ruido.
Conservar la humedad.
Disminuir la erosión del suelo y los riesgos de inundación.
Convertirse en sitios de refugio, protección y alimentación
de fauna silvestre.
Brindar frutos, hortalizas, flores y plantas aromáticas.
Si tuviera que aventurar una cotización para la realización
de este jardín en el terreno “A” diría que tomando en cuenta diseño,
materiales, mano de obra y las especies vegetales introducidas, el costo total
de este diseño paisajista estaría alrededor de los cien mil pesos mexicanos.
Y ocurre indefectiblemente que el diseño de un espacio como
este requiere de tareas de mantenimiento que si se manejan de forma eficiente y
se reducen las malas prácticas de jardinería podríamos aventurar otra cifra: el
costo de mantenimiento del terreno “A” rondaría los 20 mil pesos mexicano
anuales.
Generar esa cantidad de recursos, tanto para el diseño como
para el mantenimiento requiere de mucho trabajo, trabajo que será valorado a la
hora de que los vecinos contemplen el jardín y apliquen el juicio de valor de
esfuerzo, todas las horas invertidas, los materiales, electricidad, control de
plagas, trabajos alternos para generación de recursos, labor paisajística, se
verán cobijados bajo el manto protector del valor de esfuerzo.
En el proceso de apreciación del espacio intervenido, se
tratará de disimular el hecho de que es muy probable que el gasto energético de
realización y de mantenimiento sumados no se ven compensados por la
contribución climática del propio espacio. Y también se tratará de no
evidenciar la generación de residuos y desechos durante el periodo de
realización, así como la eliminación de especies presentes previas a la
introducción de las nuevas plantas y animales.
También se tratará de amortiguar el cargo de conciencia en el
secuestro de especies exóticas mediante la generación de micro hábitats
adecuados para su supervivencia, manejo de la zonificación, sistemas de riego,
tal vez un pequeño invernadero, malla sombra, sistemas textiles de control de
maleza, y otros ingeniosos implementos asegurarán que vale la pena la
apropiación y acaparamiento. Y nunca mencionaremos al público los gastos
energéticos y sus consecuencias ambientales derivadas de dichas estrategias de
manutención.
Ya hemos hablado bastante del terreno “A”. Si echamos un
vistazo sobre la barda para observar lo que ocurrió durante ese año en el
terreno “B” observaremos lo que ya estamos acostumbrados a ver en los terrenos
baldíos de esta ciudad.
El terreno “B” después de un año bajo el ojo poco vigilante
de su entorno sucumbió al poder de los elementos. En una esquina hay un montón
de basura que apenas se alcanza a distinguir porque los dientes de león y
tomates silvestres ya casi la han cubierto en su totalidad, en el centro hay
una batalla entre 2 tepozanes y un grupo de dalias en flor, el frijol silvestre
casi ha cubierto la barda, en el suelo hay al menos 10 diferentes tipos de
gramíneas compitiendo por espacio y recursos, un enorme charco en algún extremo
brinda refugio a renacuajos y larvas de catarinas que devoran a las larvas de
mosquitos, las aves han hecho nidos por todos lados, el cadáver de muchas
plantas que no sobrevivieron a su primera sequía ya se han convertido en un
sistema de acolchado para los brotes de este año.
El caos reina en todo el espacio del terreno “B” no hay un
solo rincón deshabitado, y cada centímetro está en disputa constante, este caos
es el mismo que asegura su dinamismo, transformación constante, un arbusto de
salvia está a punto de morir para dar lugar a un rosal que es mucho más
poderoso, en las grietas abiertas por pequeñas margaritas silvestres se han
instalado fuertes dientes de león y un par de nopales que tas están desterrando poco a poco, cuando llegue la
siguiente sequía, el territorio conservará solo a aquellos que se adapten al
cambiante clima de Toluca.
Quiero proponer un ejercicio más, Ignoremos por un momento el
valor de esfuerzo. Tenemos en consecuencia 2 terrenos de similares características
y podemos deducir que ambos cumplen con la serie de objetivos propuestos. Ambos
espacios contribuyen a regular el clima de la cuidad, captan el agua de lluvia
hacia los mantos acuíferos, generan oxígeno, captan partículas contaminantes,
amortiguan los niveles de ruido, conservan la humedad, disminuyen la erosión
del suelo y los riesgos de inundación, son sitios de refugio, protección y
alimentación de fauna silvestre, brindan frutos, hortalizas, flores y plantas
aromáticas.
Todavía más, El terreno “B” no requiere de gastos
energéticos, no ocupa mantenimiento ni sistemas de riego. Prescinde totalmente
de estrategias de control ya que recurre a la autorregulación biótica natural.
Durante su creación, más bien desarrollo no requirió de costos de diseño, mano
de obra, no ha introducido especies exóticas y mantiene controlada su población
y manejo de recursos de forma eficiente y sustentable.
EL diseño paisajista se está enfrentando a un nuevo
escenario. Con los avances y cada vez mayores conocimientos acerca de las
dinámicas del entorno biótico y su sistema de relaciones entre recursos,
espacio y seres vivos, el paisajista contemporáneo se ve a sí mismo con la
obligación de omitir el valor de esfuerzo en favor de reforzar el valor de los
principios fundamentales observados en la naturaleza.
Estos valores forjarán los parámetros de diseño, realización
y apreciación de los trabajos de paisajismo en el futuro cercano. Me aventuraré
a nombrar como parte de esta naciente lista de preceptos a los siguientes:
Entropía. La utilidad del caos no requiere de
su comprensión, si no de la conciencia de su papel en el medio
Biomímesis. La naturaleza ha resuelto todos los
problemas, algunos desde hace miles de millones de años, ya no es tan
aconsejable preguntarle al vecino, dirijamos nuestras preguntas al pasado
evolutivo.
Autopoiésis. El entorno natural presenta
mecanismos de autorregulación que transportan a los seres vivos de forma a
veces violenta pero siempre indefectible hacia el dinamismo sustentable
Arqueología del paisaje. El trabajo del paisajista con el
espacio a intervenir no se detiene en su contexto coetáneo, requiere de la
observación del pasado, y de la inferencia de su futuro ambiental.
Observación consciente. Sentarse a ver crecer la hierba es
la tarea más importante y fundamental del paisajista de las nuevas
generaciones, de ello depende la comprensión del entorno.
Lectura recomendada:
El valor de esfuerzo en la valoración de cualquier objeto
puede nublar la visión del observador provocando distorsiones apreciativas. Es
por ello que este artículo no lleva bibliografía, la cantidad de fuentes, la
calidad inferida de las mismas y la pertinencia esperada de esos textos se
convertiría en una palanca que daría fuerza al valor de esfuerzo percibido en
la realización de este documento. Por otro lado quiero aprovechar el espacio
dejado por dicha ausencia bibliográfica para recomendar algunos textos que
pudieran encaminar al lector en la dirección propuesta.
Althusser, L. Para un materialismo aleatorio.
Arena libros, Madrid, 2002.
Benyus, J. M. (2012). Biomímesis: cómo la
ciencia innova inspirándose en la naturaleza. tusquets editores.
Bourriaud, N. Estética Relacional. Adriana
Hidalgo Editora, Argentina. 2008.
Camarena, P. 2010. Xerojardinería. Guía para
el diseño de los jardines de Ciudad Universitaria. Secretaría Ejecutiva REPSA,
Coordinación de la Investigación Científica, UNAM, México, D.F.
De Val, E. Et. Al. Ecología y Evolución de
las Interacciones Bióticas. Fondo de Cultura Económica. Centro de
Investigaciones en Ecosistemas. UNAM. 2012.
Gómez-Pérez, B. 1994. Rescate de la memoria
histórica del pueblo de Santa Úrsula Coapa. Gobierno del DF, Delegación
Coyoacán, Dirección de Fomento Cultural, México, D.F. 127.
Lane, N. (2015). Los Diez Grandes
Inventos de la Evolución. (Primera edición en México) México Editorial Ariel.
Lot, A. (Coord.). 2007. Guía ilustrada
de la Cantera Oriente. Caracterización ambiental e inventario biológico.
Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Coordinación de la Investigación
Científica, UNAM., México, D.F. 253 pp.
Lot, A. y Z. Cano-Santana (eds.). 2009.
Biodiversidad del ecosistema del Pedregal de San Ángel. Libro Conmemorativo del
25 aniversario de la Reserva Ecológica de Ciudad Universitaria (1983-2008).
Reserva Ecológica del Pedregal de San Ángel. Coordinación de la Investigación
Científica, UNAM., México, D.F. 538 pp.
Margulis L. (1998). Planeta Simbiótico.
Barcelona: Debate.
Maturana, H R. (1997). De Máquinas y Seres
Vivos, autopoiésis de la organización de lo vivo. Santiago de Chile: Editorial
Universitaria.
Pérez, A., Higuera, A., Santamaría A.
(2014). Aproximación natural al diseño relacional. Revista Iberoamericana de
Ciencias. Julio 2014. ISSN 2334-2501
UNAM. 2006. Morada de lava. Armando Salas
Portugal. Las colecciones fotográficas del Pedregal de San Ángel y la Ciudad
Universitaria. UNAM, México, D.F. 199 pp.
jueves, 12 de mayo de 2016
El TREN
Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México en abril 2016
La vuelta del
tren. El regreso del ferrocarril como medio de transporte de pasajeros. Está en
el aire en toda América la idea de volver a viajar en tren, y si bien hay una
carga romántica en el deseo de vivir al ritmo de las viejas y elegantes
estaciones, lo cierto es que hoy por hoy es una opción ambientalmente sensata.
Desde finales
del sXIX a finales del sXX, los viajes sobre rieles nos duraron escasos cien
años y fueron desaparecidos por decisión de gobierno, no a pedido del público.
Fue el neoliberalismo político el que desmanteló los ferrocarriles y con ellos
se acabó un transporte barato y menos peligroso que el de los autobuses que
vino a sustituirlo. Alcancé a viajar en 1982 de México a Veracruz en camarote,
a lo largo de la noche y en 1995 recorrí el Chihuahua-Pacífico, el famoso
Chepe, único tren de pasajeros que aún sobrevive en México.
La historia
de los tranvías es antecedente. Las capitales latinoamericanas se deshicieron
de los tranvías para abrir paso al caos vehicular que nos agobia. Paralelamente
las naciones latinoamericanas dejaron abandonados los ferrocarriles hasta
concesionarlos o cancelarlos totalmente con el consecuente aumento de camiones
de carga en las carreteras. Esto último nos convierte en víctimas de accidentes
frecuentes entre vehículos de tonelaje muy dispares.
Hoy asistimos
en el valle de Toluca a la construcción de una obra muy llamativa y costosa
para sostener en lo alto los vagones del primer tren del siglo XXI. Le damos la
bienvenida al tren de pasajeros, pero en lo particular, me cuestiono porque no
se hizo subterráneo entre Zinacantepec y Lerma. La excavación en forma de tubo
(¿recuerdan la máquina excavadora “La Rielera” usada en la Ciudad de México?)
es sensata porque la forma ayuda a la función. La profundidad de la línea
podría haber sido menor que la propia cimentación de las columnas de la actual
estructura elevada. Pero lo mejor hubiera sido conservar los prados del
camellón, que tienen vocación de parque lineal de 20 kilómetros de largo.
Esta obra del
tren elevado más todos los puentes que se han construido recientemente parecen
diseñados por “mirreyes” prepotentes que sólo saben gastar dinero y que
desprecian el valor de la vida del peatón y del trabajador en bicicleta.
Ignoran el valor del paisaje porque viven de noche y llegan a inaugurar los
adefesios con lentes de sol. Que no se pueda cruzar una vía rápida los tiene
sin cuidado porque ellos no nacieron pobres. Ellos valen por la nave que
conducen o por el chofer que les maneja y desconocen el valor de los talleres
de consulta y discusión de la obra pública. El ejercicio intelectual les da
flojera. Claro, no son servidores públicos y los servidores públicos solo
negocian las vacaciones pagadas con los contratistas, o bien están pintados en
la silla de la oficina. Falta competencia en las secretarías de gobierno
involucradas y sobra audacia e impunidad entre los contratistas que han convertido
el valle del Matlatzinco en una montaña rusa pavimentada.
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