martes, 12 de agosto de 2014

ACUMULACIONES

Publicado en No 110 de la revista CAMBIO del Estado de México, julio 2014

La acumulación de objetos nos hace vivir en el desorden. El trastorno se conoce como “Síndrome de Diógenes” y consiste en guardar por guardar y seguir acumulando.

A nivel urbano vivimos inmersos en este trastorno al grado de no ver lo que es evidente: hay chatarra urbana. Miremos alguna esquina de nuestra ciudad.


Por ejemplo, frente al acceso a Ciudad Universitaria en el Paseo Universidad de Toluca encontramos dos postes metálicos, tres postes de concreto, dos cabinas telefónicas, un árbol y un puesto de revistas. Quedan libres para el paso del peatón unos 30 centímetros.

¿Por qué tanta acumulación en un micro espacio público? Llego a la conclusión de que  los actores en la ciudad son muchos y que van a lo  suyo, sin ver jamás el conjunto. Quien coloca el nuevo poste telefónico no retira el que queda en desuso y el que coloca el nuevo poste eléctrico no retira el dañado en la base que así se conserva inestable con las varillas al aire, tan peligroso como antes del cambio de cables. Y quien coloca el nuevo alumbrado no retira el poste antiguo que se queda como reliquia apagada, estorbosa y oxidada.

La señalética de las esquinas es también una colección acumulada: el nombre de la calle aparece escrito en la pared con aerosol, a la vez en lámina en forma de bandera y debajo, otro en cerámica empotrada en el muro y a un costado del de cantera en bajo relieve. Cada administración encuentra deficiente la señalética de la  gestión anterior y coloca una  nueva… sin retirar la vieja.

Las bardas que anuncian algún concierto de banda dejan transparentar los nombres de los candidatos de la última elección y encima el grafiti se suma al collage. Asemejan depósitos geológicos pero superpuestos en pocos meses. Y luego entran en escena los registros de las banquetas, siempre con asaderas metálicas colocadas sobresaliendo del ras del suelo para la eventual maniobra de inspección, pero  que en la práctica sirven para que los peatones enganchen en ellas el zapato y pierdan la dentadura en su inevitable caída de bruces. Cada tres años las banquetas se vuelven a hacer con el mismo modelo impertinente de tapas de registros porque finalmente el peatón es anónimo, no anda en auto, no vale nada…

Haciendo una analogía doméstica debo confesar que cada vez que mi madre me viene a visitar volteo en rededor y veo detalles en la casa que pasan desapercibidos a diario y que requieren atención. Entonces ordeno, tiro y limpio y me hace sentir bien y a la casa también. Ahora bien, la ciudad es la casa de todos y no debe ser el espacio de acumulación de carteles ni de postes ociosos, debemos liberarla de chatarra como si mamá la fuera a recorrer con ojo crítico un día de éstos y decidiera mandar al Diógenes que todos llevamos dentro de regreso a su cueva.

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