¿Otra vez arroz? JULIO 2012
Susana Bianconi
Como mayordomo de película inglesa, EPN maneja un vocabulario y unas maneras acartonadas, serviles, falsas. Como paje de Virrey colonial sus modales son estudiadamente barrocos. Es de plástico porque todo le resbala, no se inmuta porque es un actor en escena, no se sale de cuadro ni se despeina porque es un carácter ficticio, una creación de cómic de la posguerra del narco.
Su mujer fue comprada a la medida del héroe y es obediente al protocolo atlacomulca.
EPN llegó a la gubernatura del Estado de México con dinero de Montiel; luego llegó a la candidatura del PRI a la presidencia de la República con dinero de las televisoras (o con su tiempo-aire que es lo mismo) y finalmente compró la voluntad de los votantes en la elección de julio con dinero… de quién sabe dónde. Con dinero todo lo logra. Un colectivo maquiavélico le dicta a EPN qué decir, qué ponerse y a quién contratar en Colombia y lo mantiene en movimiento, bien engrasados los herrajes del maniquí imperturbable.
Y todo gracias a la matazón desatada por el PAN y gracias al poder del dinero. Volveremos a comer arroz, volveremos a usar vocabulario de telenovelas, sin exabruptos ni palabrotas. El diccionario cotidiano será el de la Real Academia de Televisa.
Dos que tres contratistas serán nombres nuevos, pero las obras fastuosas y contraproducentes seguirán haciéndose ahora en todo el país, como el drenaje profundo que el PRI del siglo pasado mandó hacer y que ha hundido aceleradamente a la Capital del país garantizando así la perpetua necesidad de seguir profundizando el mentado drenaje; o como las primitivas carreteras que hizo EPN cuando fue gobernador del Estado de México con terraplenes sobre humedales en la laguna del Lerma o a tajo abierto de montaña en lugar de túneles, camino a Valle de Bravo. Contratistas improvisados e incompetentes que han hecho mal las obras, con el doloso agravante de que siendo así, garantizan el mantenimiento constante de las mismas, oportunamente concesionado a compañías hermanas, o comadres.
Aunque la alcaldesa electa de Toluca diga que EPN conoce la ciudad de Toluca, la verdad es que no le importa. La capital del Estado que él gobernó, conserva innombrables vacíos urbanos en su centro histórico que afean y deprecian la ciudad. Son ellos:
• el estacionamiento hundido en Pedro Ascencio, propiedad del Gobierno del Estado, lleva así desde que colapsara la plaza que tenía encima, hace unos 20 años;
• el estacionamiento a cielo abierto en la antigua huerta del Carmen en Santos Degollado, un lodazal de 7,200 m2 a espaldas de Palacio que no ha cambiado en 30 años, también propiedad del Gobierno del Estado de México y finalmente
• el estacionamiento estatal de la Plaza Ángel María Garibay Kintana, que no soporta la carga de su propia miserable losa.
Si EPN conoce la ciudad y no ve que se está muriendo, es ciego o indiferente o tiene negocios creados para que se muera. La Ciudad Administrativa que pretendió crear en terrenos estales en Metepec, es la prueba más acabada de que él sí entiende de negocios y de nada más. Volveremos a comer arroz porque el dinero que lleva a EPN a la presidencia nos cobrará intereses muy caros y primitivos, como las obras viales (que no ferroviarias) que hizo en el Estado de México donde acabó, entre otros, con los prados y los sauces del otrora famoso Paseo Tollocan.
¿Y el río Lerma, apá? Cállate y sigue comiendo arroz.
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