CARRETERAS Y PAISAJE
Publicado en la revista CAMBIO del Estado de México No 87, agosto 2012, pag. 32
Las águilas pueden sobrevolar las carreteras pero los lentos camaleones y las tortugas, no. Hay carreteras que son cicatrices divisorias de territorios, como trincheras de la línea Maginot.
Recorriendo carreteras se reconoce el paisaje, el país. Las carreteras rurales inglesas son delgadas líneas de asfalto entre robles y narcisos silvestres, recorren un territorio romántico de suaves lomeríos siempre verdes. En ellas se exhiben y lucen los autos de manufactura británica hasta el día de hoy.
Las vías rápidas, por el contrario, no son amables ni con el paisaje ni con los animales, ni con la topografía y menos aún con las bajadas de agua naturales. Los franceses sin embargo han paliado esta agresión con “pasos de fauna” que son senderos verdes que pasan por encima de estas vías, son prados sostenidos por pequeños túneles, los autos y los camiones pasan debajo del túnel y los animales por encima. De un lado al otro de la súper el camaleón puede tomarse su prehistórico tiempo en cruzar (Refiero a los amantes de la literatura al capítulo III de “Las Uvas de la Ira” de John Steinbeck, para que, desde su insuperable pluma, visualicen cómo cruza una tortuga una carretera).
Es también ejemplar la manera en que los franceses cruzan los humedales: cuando se aflora en suelo francés después de cruzar el Canal de La Mancha por el famoso túnel, los vehículos se enfilan hacia París a través de lagunas someras, como las del Chignahuapan. Siente uno que flota sobre el agua, los patos cruzan de un lado a otro de la carretera nadando; la cinta asfáltica es sólo un hilo de sombra sobre el agua y los tulares y se sostiene sobre el agua con columnas.
Los ingenieros civiles que construían carreteras en México antes del período presidencial de Salinas de Gortari (con él empezó la chapucería) sabían de la importancia de que la cinta asfáltica estuviera siempre seca, libre de encharcamientos y para lograrlo hacían las “obras de arte”, es decir: las cunetas laterales de piedra por donde el agua corría hasta pequeños canales y de ahí a las hondonadas y cañadas. Barrancas que entonces eran federales e intocables y que hoy son tierra de nadie. El neoliberalismo introducido por Salinas de Gortari y seguido al pie de la letra por los 12 años panistas hasta el presente, se traduce a nivel carretero en continuos deslaves, encharcamientos, peraltes invertidos, puentes embutidos en barrios urbanos e inseguridad vial.
Cuando uno se dirige a la Terminal 2 del Aeropuerto Benito Juárez de la Ciudad de México, sube por un magnífico puente elevado por encima de los barrios más pobres del oriente del Distrito Federal. Uno no es consciente de ello porque el aeropuerto nos recibe como una burbuja de 1er mundo en las alturas. Pero luego, cuando salimos de esa misma Terminal 2, recorremos a ras del suelo el mundo de “Los Miserables” de Víctor Hugo, un mundo que se nos viene encima en cada interminable semáforo, en forma de tragafuegos, limpiaparabrisas, vendedores ambulantes y aburridos desempleados que lo miran a uno con ojos inciertos.
El paisaje urbano también es parte de nuestra identidad como país y sus vías de acceso son una tarjeta de presentación. Los ciudadanos de este régimen, somos tortugas en el asfalto.
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