VUELTA A LA
EDAD MEDIA
Susana Bianconi
30 octubre 2015 Alfa Diario
Los fosos con
cocodrilos eran el sistema de defensa de los castillos feudales. Impedían a los
asaltantes trepar por las paredes y mantenían a los señores feudales seguros
dentro de su encierro.
Hoy hemos
caído en la misma práctica medieval: el foso son los túneles que doblan debajo
de Avenida Constituyentes y los cocodrilos son los autos que circulan y se
atascan. Llegan los delincuentes y asaltan a los cocodrilos que no pueden huir
ni defenderse; entonces la autoridad cuelga una canasta desde la cima del foso
y suspendido a media altura coloca a un policía de tránsito para vigilar.
Cuando la ocasión lo amerita, el condenado (que no caballero andante) entra en
acción: se deja caer cogido de una reata canasta abajo. Una vez en el fondo del
foso, procede a correr tras los asaltantes esquivando cocodrilos.
A eso hemos
llegado con la monumental construcción de ductos viales, hemos reducido al
policía a una indecorosa tortura medieval. Hemos deshumanizado el espacio
público hasta hacerlo tan hostil que crea monstruos que asaltan cocodrilos.
Todo porque el metro ha dejado de expandirse, todo porque los tranvías no están
de moda, todo porque tener auto propio sigue siendo la panacea para las
generaciones pasadas y también para los juniors contemporáneos.
Y continúa la
construcción de vías rápidas por dentro de las ciudades, con anchos carriles a
los que luego se les tachonan tortugas amarillas para disminuir la velocidad.
La esquizofrenia es algo parecido a esto. Por ejemplo, hacemos vías rápidas
como Las Torres y luego le
colocamos topes para que no sea rápida,
o para que debas disminuir y te embistan los que desconocen estas estrategias
contradictorias.
Ser vigía del
foso es una tarea triste y peligrosa, los cruceros de nuestras vías rápidas
tienen áreas muertas que bien podrían estar empastadas y que harían más fácil
la lectura de las circulaciones. También servirían para los peatones, los que
no pueden ni deben cruzar muchos carriles sin una isla en la que recobrar el
aliento. Triángulos que a lo sumo están pintados sobre el pavimento deberían
ser como almohadillas donde hacer base con
pasto suave y con un árbol al medio mejor. Pero el espectáculo de los peatones
toreando cocodrilos es parte de la vida cotidiana de este tractourbanismo que
sufrimos.
Tractocamiones
son la medida de todas las cosas en esta ciudad de Toluca ya conurbada a la
Ciudad de México. Los tractocamiones son los dragones medievales que asuelan
ahora a todas las damiselas y damiselos contemporáneos. La obra pública se hace
en base al libro de medidas del tractocamión. Debemos cuidar que la canasta del
foso libre la espina dorsal de estos dragones de 75 toneladas. Debemos elevar
los puentes levadizos peatonales para que el espectáculo continúe: por debajo corren
los dragones y los cocodrilos desbocados y por arriba, resoplando, los siervos
de la gleba intentan subir los puentes levadizos hasta que, cansados, se
atreven a cruzar por el foso peligroso y entonces, como condenados del
inframundo dan el espectáculo esperado a riesgo de sus vidas desechables.
Requerimos un
San Jorge que mate al dragón y que pase su mercancía a varios vehículos más
pequeños. Requerimos que los cocodrilos no tengan más derechos que la plebe.
Requerimos conquistar un futuro de escala humana. Requerimos vivir y trabajar a
distancia caminable. Requerimos que el rey de este cuento escuche otras voces
además de la de OHL. El rey y su cohorte no torean dragones porque usan
alfombras voladoras de lujo. Ellos no se mezclan con la plebe, tienen princesas
que desprecian a los transeúntes y se creen envidiadas. Se ven bonitas en el
espejo del castillo medieval. Parásitos y bufones merodean con contratos
carreteros en mano, con obras chapuceras y costosas. Los ministros regalan
televisores con los que se puede ver lo bien que se vive volando en alfombra
privada.
No es ironía,
es la cruda realidad del tractourbanismo del siglo XXI en todo México. Así como
la SEDESOL nos receta el mismo modelo de comedor popular ejecutado con block y
losa de concreto armado, así la SCT nos receta el mismo modelo de puente
carretero elevado. En el caso de los comedores, no les importa si la comunidad
tiene arquitectura de tierra ni valores tradicionales como columnatas de
madera; no, el modelo de comedor para pobres
se reparte a todos los súbditos igual, desde Chihuahua hasta Yucatán. Lo
mismo ocurre con la misma solución urbana de pasar un puente encima de cualquier
crucero que se deje, sin importar su pertinencia, sin poner mientes en la
partición urbana irreversible que provocan, sin ver otras alternativas a ras de
suelo, sin conectar las pequeñas arterias que solucionarían con 2 pesos el
mentado crucero atascado.
Mucho dinero
se va en obras y nada en proyectos alternativos. No se paga la idea, no se
hacen concursos de proyectos. No se invita a la población a opinar, por el
contrario, la receta se impone como en la época feudal. Súbase a la canasta y
no chiste. Ya chole con los inventos del futuro como la bicicleta, faltaba más.
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