lunes, 11 de marzo de 2013

LAS ESQUINAS DE LA CIUDAD


SIN ESQUINAS NO HAY CIUDAD NI SEGURIDAD

Publicado en CAMBIO del Estado de México en febrero 2013
 

Desde que el territorio estatal se ha poblado de casas en serie en inmensos conjuntos urbanos, la sociedad mexiquense se ha llenado de gente extraña y de delitos innombrables. Un agrupamiento de viviendas carente de formas urbanas elementales, ha propiciado el desorden social, tal como en una cárcel de mala muerte.

Una baja reciente ha sido la esquina, ese punto importante de nuestro barrio, esa forma coronada por un torreón, una hornacina o al menos un puesto de flores, de periódicos o de frutas. Aparentemente es una simpleza sostener lo que todos sabemos: que las esquinas nos orientan y nos ubican en un mundo de excesos. Los conjuntos que se venden actualmente carecen de esquinas. Los clubes de golf, carecen de esquinas; los mega- centros comerciales carecen de esquinas… y en todos ellos nos desorientamos, nos confundimos, nos perdemos. Porque las esquinas van de la mano con las manzanas y las manzanas son otra forma urbana que tiende a desaparecer y que sin embargo forma parte de todos los centros históricos de las ciudades bonitas.

¿Qué sería de Nueva York (the big apple) si no tuviera manzanas?  ¿Y no son sus esquinas puntos de reunión inequívocos? ¿Qué sería de Paris si en lugar de esquinas tuviera sucesiones de calles cerradas como los conjuntos urbanos mexiquenses? Nadie podría tomarse un café en la esquina. Porque las esquinas bien construidas son jerárquicas, marcan el sitio y crean ciudad. Conforme las tiendas de conveniencia se reproducen en nuestras ciudades mexicanas, las esquinas antiguas son demolidas para recibir el vacío de un estacionamiento a la calle. Entonces cruzamos la calle y no llegamos a ningún lugar sino a un vacío ocupado por autos que debemos sortear para sobrevivir, porque la banqueta ha desaparecido y porque el arbolado urbano ha sido talado.

Este deterioro que observamos en cada esquina se resuelve con una simple norma, la norma municipal que aplicó la ciudad de Berlín cuando adjudicó un gran lote a cada país para edificar su embajada. La sede mexicana, obra de los arquitectos Teodoro González de León y Francisco Serrano, respetó la norma como todos los demás: las esquinas debían materializarse (construirse) y debían tener una altura de 18 metros. Así de simple y así de inteligente y así de urbano. Berlín creó un distrito diplomático de vanguardia haciendo valer la importancia de las esquinas. Los edificios resultantes, vanguardistas y elegantes alzan la cara en las esquinas y miran de frente a los demás. ¿Y el estacionamiento? Al fondo, oculto, no en primer plano, sino entre los servicios.

¿Y porqué, nos preguntamos, las calles de los conjuntos urbanos son paralelas y no se cruzan entre sí? La respuesta está en la norma, en el Libro V del Código Administrativo del Estado de México que nos rige desde el 2001 y que nos ha degradado socialmente. La “privada” es la ratonera ideal para esconder casas de seguridad, en ella no entra la patrulla, no pasean los vecinos, no tiene vida propia,  no tiene esquinas y sin esquinas, lo vemos, no hay vida social, no hay ciudad  ni seguridad. En urbanismo, la forma es fondo.

 

 

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