SIN ESQUINAS
NO HAY CIUDAD NI SEGURIDAD
Publicado en CAMBIO del Estado de México en febrero 2013
Desde que el territorio estatal se ha
poblado de casas en serie en inmensos conjuntos urbanos, la sociedad mexiquense
se ha llenado de gente extraña y de delitos innombrables. Un agrupamiento de
viviendas carente de formas urbanas elementales, ha propiciado el desorden
social, tal como en una cárcel de mala muerte.
Una baja reciente ha sido la esquina,
ese punto importante de nuestro barrio, esa forma coronada por un torreón, una
hornacina o al menos un puesto de flores, de periódicos o de frutas. Aparentemente
es una simpleza sostener lo que todos sabemos: que las esquinas nos orientan y
nos ubican en un mundo de excesos. Los conjuntos que se venden actualmente
carecen de esquinas. Los clubes de golf, carecen de esquinas; los mega- centros
comerciales carecen de esquinas… y en todos ellos nos desorientamos, nos
confundimos, nos perdemos. Porque las esquinas van de la mano con las manzanas
y las manzanas son otra forma urbana que tiende a desaparecer y que sin embargo
forma parte de todos los centros históricos de las ciudades bonitas.
¿Qué sería de Nueva York (the big
apple) si no tuviera manzanas? ¿Y no son
sus esquinas puntos de reunión inequívocos? ¿Qué sería de Paris si en lugar de
esquinas tuviera sucesiones de calles cerradas como los conjuntos urbanos
mexiquenses? Nadie podría tomarse un café en la esquina. Porque las esquinas
bien construidas son jerárquicas, marcan el sitio y crean ciudad. Conforme las
tiendas de conveniencia se reproducen en nuestras ciudades mexicanas, las
esquinas antiguas son demolidas para recibir el vacío de un estacionamiento a
la calle. Entonces cruzamos la calle y no llegamos a ningún lugar sino a un
vacío ocupado por autos que debemos sortear para sobrevivir, porque la banqueta
ha desaparecido y porque el arbolado urbano ha sido talado.
Este deterioro que observamos en cada
esquina se resuelve con una simple norma, la norma municipal que aplicó la
ciudad de Berlín cuando adjudicó un gran lote a cada país para edificar su
embajada. La sede mexicana, obra de los arquitectos Teodoro González de León y
Francisco Serrano, respetó la norma como todos los demás: las esquinas debían
materializarse (construirse) y debían tener una altura de 18 metros. Así de
simple y así de inteligente y así de urbano. Berlín creó un distrito diplomático
de vanguardia haciendo valer la importancia de las esquinas. Los edificios
resultantes, vanguardistas y elegantes alzan la cara en las esquinas y miran de
frente a los demás. ¿Y el estacionamiento? Al fondo, oculto, no en primer
plano, sino entre los servicios.
¿Y porqué, nos preguntamos, las
calles de los conjuntos urbanos son paralelas y no se cruzan entre sí? La
respuesta está en la norma, en el Libro V del Código Administrativo del Estado
de México que nos rige desde el 2001 y que nos ha degradado socialmente. La
“privada” es la ratonera ideal para esconder casas de seguridad, en ella no
entra la patrulla, no pasean los vecinos, no tiene vida propia, no tiene esquinas y sin esquinas, lo vemos, no
hay vida social, no hay ciudad ni
seguridad. En urbanismo, la forma es fondo.
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