jueves, 3 de noviembre de 2011

MALINALCO




CAL Y CANTO
Susana Bianconi y Andrés Galindo
Publicado en la Revista CAMBIO 78 del Estado de México. Octubre 2011


Malinalco ya es Pueblo Mágico. Ha sido incluido en la lista de pueblos mexicanos dignos de ser preservados por su originalidad y belleza. Su centro histórico es prodigioso, su enclave es espectacular pero su arquitectura reciente es un bodrio.
El encanto de las cuadras centrales de Malinalco se hace añicos contra las nuevas bardas de block y las marquesinas de losas de concreto.

El arcoíris de las bugambilias se estrella contra el gris del cemento. La variedad de materiales naturales de la arquitectura tradicional (teja, adobe, madera, ladrillo y piedra) acaba de golpe contra el material industrializado carente de color y de alma. Block, tabicón y cemento gris son piedras artificiales contaminantes, que carecen de atributos y que materializan la pobreza estética de quienes no pueden copiar la belleza con que construían sus mayores.


Mea culpa. Las facultades de arquitectura no enseñan a construir en adobe y ni en piedra. La academia se ha alejado de las raíces intemporales de la arquitectura vernácula. Se habla de ella como de cosa del pasado, como de piezas de museo. Son los arquitectos paisajistas los que conservan viva la tradición, véase sino el acceso al Club de Golf Malinalco, donde las bardas de tecorral se alzan entre magueyes y se coronan con bugambilias. El tecorral es una técnica sencilla de acomodar las piedras sin mezcla, usada en el campo y revalorizada en este acceso que le ha valido a su autor, el arquitecto Mario Schjetnan, un premio internacional.


Pero hay pereza o vergüenza por hacer adobes, hay menosprecio por la tierra y por sus gruesos muros, hay un rechazo por lo tradicional entre la gente que ve televisión y que sucumbe ante los anuncios de la industria del cemento. La arquitectura de tierra no es negocio para los industriales y por eso no se anuncia. La arquitectura de tierra es gratis, no contaminante, las juntas se hacen con lodo y el lodo no se vende en bolsas de plástico, el lodo es la tierra misma.
Los reglamentos de imagen urbana de los centros de población valiosos como Malinalco no imponen el uso del adobe en las nuevas construcciones. Las licencias de construcción podrían condicionarse al uso de este material y a la piedra (cal y canto) bien cortada, para garantizar la estética de las formas que natural y estructuralmente manan de esos materiales. Una cláusula tan sencilla y definitiva garantizaría que no aparecieran formas contrahechas como las de los dizque arcos de acceso a Malinalco, fruto de una tecnología de concreto armado de pésimas proporciones.


El arquitecto Jorge Calvillo tiene su despacho en una elegante casita de adobe en Malinalco y su visión sensata y respetuosa del sitio debería ser emulada por los vecinos. Su talento debe ser tomado en cuenta también por la autoridad local, ésa que ha hecho el esfuerzo por poner en alto el nombre de Malinalco al inscribirlo como Pueblo Mágico y que al mismo tiempo ve sin horrorizarse cómo la dignidad de su arquitectura merma cotidianamente ante la proliferación de losas planas, de tinacos negros y de aplanados grises.


Cuestión de respeto al presente y no sólo al pasado.

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