CLASICISMO CONTEMPORÁNEO*
Escrito para el libro digital “40 Aniversario de la FAD, UAEM”. 2004
El vocabulario clásico puede ser un sedante para una urbe en crecimiento anárquico. Los habitantes de Toluca, otrora “Toluca la Bella”, valoran las formas del clasicismo que conocieron a través de los numerosos edificios que diseñara en el siglo XIX Ramón Rodríguez Arangoity. A pesar del escaso legado arquitectónico de la Colonia, Toluca se familiarizó con las proporciones elegantes clásicas en su época de esplendor, la del gobierno del general José Vicente Villada, durante el Porfiriato. Conoció entonces una armonía urbana que daba civilidad a sus habitantes, los que hoy añoran esa dulce patria chica.
Toluca
Las administraciones de los años 60 y 70 se empeñaron en demoler piedra a piedra y adobe a adobe cada uno de estos acordes de la sinfonía que sonaba a pianola y a organillo. Junto con los tranvías se fueron los empedrados y los callejones. Los frentes de largas cuadras fueron demolidos para ensanchar las calles para que pudieran circular los autobuses. En lugar de fachadas de acompasadas ventanas y balcones, surgieron chaparras cortinas metálicas, los fierros forjados de los barandales fueron a dar a la basura y aparecieron en su lugar perfiles tubulares que oxidaron los mal acabados muros.
Toda esta tristeza se extendió hacia la periferia. Conforme la ciudad creció, lo hizo copiando la embrutecida imagen de la ciudad vuelta changarro. Paredes escritas con todo tipo de letreros, inconclusos cuartos coronados de varillas y angostísimas banquetas salpicadas de todo tipo de postes se fueron alargando hasta los confines del municipio que linda con Metepec.
El Portal clásico
En una esquina cualquiera de la interminable calle que une Toluca con San Felipe Tlalmimilolpan, se encuentra la Preparatoria No 5 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Las instalaciones se componen de tiras de aulas alineadas en paralelo que se dan la espalda unas a otras; de un estacionamiento al frente por donde es obligado el acceso y por una barda perimetral malhecha y coronada por malla. Enfrente, y a cada lado, un paisaje infra-urbano con semáforos y perros callejeros. Los estudiantes entrando y saliendo por la puerta de los autos parecen condenados a ser tratados como máquinas.
Cuando la administración central de la Universidad me solicita el diseño de un acceso nuevo para este sitio, no dudo un momento: se trata de una obra que trasciende el ámbito escolar para impactar el ámbito urbano y me decido por el vocabulario del clasicismo más puro, el del pasado perdido.
Inspiraciones
Ir al origen de las universidades nos lleva a Bologna, a la época protorrenacentista, nos conduce al espíritu latino que da origen al término Universitas. Vitrubio, entonces, es el maestro obligado que muestra el camino y Palladio, su noble alumno. Haremos entrar a los estudiantes por una puerta tan digna como la tradición cultural greco-latina y ellos mismos se merecen.
Haremos una pequeña piazza en el vértice de la esquina para compartir con la ciudad el privilegio de ser universitarios, le daremos presencia y dignidad a un crucero mezquino y traeremos al presente lo mejor de la antigua civitas, ésa que se perdió entre los topes, los puestos ambulantes, las sirenas de ambulancias y las bolsas y botellas de plástico que ensucian la calle.
Así, al frente, la puerta de 4 metros de altura reduce su ancho conforme se eleva, siguiendo el buen juicio de Vitruvio. Por dentro se alzan 4 columnas toscanas que se reducen a partir de un tercio de su altura según lo recomienda Andrea Palladio. Los espacios entre cada una son de una vez y media el de su diámetro. El pórtico es pequeño pero alto, desde él se accede a la conserjería, y de frente, al grueso de los salones y áreas administrativas. Escalones curvos elevan el acceso que se yergue simétrico por sobre las irregularidades del terreno.
Los materiales usados son el tabique oscuro, aparente, usado a tizón y la piedra conocida como “blanca Alaska” pero proveniente de Pachuca. El contraste es clásico también y recuerda la interpretación clásica que hace Jefferson en Monticelo. En el piso se colocó piedra laja irregular y en los escalones cantera rosa. Los faroles se diseñaron con sencillez usando esferas translúcidas. En resumen, la obra tiene dos fachadas, la que da a la calle y la interior que se aprecia desde los edificios de la escuela.
La eterna contemporaneidad
El vocabulario clásico del que hablábamos al principio ha comenzado por obtener el respeto de los vecinos, quienes se esfuerzan ahora por seguir mejorando los alrededores, conscientes de que tienen un buen punto de referencia. La gran virtud del clasicismo bien proporcionado es que es atemporal, tan antiguo como las grandes piedras filosofales sobre las que
se cimenta nuestra civilización occidental y tan contemporáneo como las ideas de dignidad humana que alimentan la sociedad justa a la que aspiramos. Además sabe envejecer, adquiere encanto con los años, no pasa de moda, no caduca jamás.
Escrito para el libro digital “40 Aniversario de la FAD, UAEM”. 2004
El vocabulario clásico puede ser un sedante para una urbe en crecimiento anárquico. Los habitantes de Toluca, otrora “Toluca la Bella”, valoran las formas del clasicismo que conocieron a través de los numerosos edificios que diseñara en el siglo XIX Ramón Rodríguez Arangoity. A pesar del escaso legado arquitectónico de la Colonia, Toluca se familiarizó con las proporciones elegantes clásicas en su época de esplendor, la del gobierno del general José Vicente Villada, durante el Porfiriato. Conoció entonces una armonía urbana que daba civilidad a sus habitantes, los que hoy añoran esa dulce patria chica.
Toluca
Las administraciones de los años 60 y 70 se empeñaron en demoler piedra a piedra y adobe a adobe cada uno de estos acordes de la sinfonía que sonaba a pianola y a organillo. Junto con los tranvías se fueron los empedrados y los callejones. Los frentes de largas cuadras fueron demolidos para ensanchar las calles para que pudieran circular los autobuses. En lugar de fachadas de acompasadas ventanas y balcones, surgieron chaparras cortinas metálicas, los fierros forjados de los barandales fueron a dar a la basura y aparecieron en su lugar perfiles tubulares que oxidaron los mal acabados muros.
Toda esta tristeza se extendió hacia la periferia. Conforme la ciudad creció, lo hizo copiando la embrutecida imagen de la ciudad vuelta changarro. Paredes escritas con todo tipo de letreros, inconclusos cuartos coronados de varillas y angostísimas banquetas salpicadas de todo tipo de postes se fueron alargando hasta los confines del municipio que linda con Metepec.
El Portal clásico
En una esquina cualquiera de la interminable calle que une Toluca con San Felipe Tlalmimilolpan, se encuentra la Preparatoria No 5 de la Universidad Autónoma del Estado de México. Las instalaciones se componen de tiras de aulas alineadas en paralelo que se dan la espalda unas a otras; de un estacionamiento al frente por donde es obligado el acceso y por una barda perimetral malhecha y coronada por malla. Enfrente, y a cada lado, un paisaje infra-urbano con semáforos y perros callejeros. Los estudiantes entrando y saliendo por la puerta de los autos parecen condenados a ser tratados como máquinas.
Cuando la administración central de la Universidad me solicita el diseño de un acceso nuevo para este sitio, no dudo un momento: se trata de una obra que trasciende el ámbito escolar para impactar el ámbito urbano y me decido por el vocabulario del clasicismo más puro, el del pasado perdido.
Inspiraciones
Ir al origen de las universidades nos lleva a Bologna, a la época protorrenacentista, nos conduce al espíritu latino que da origen al término Universitas. Vitrubio, entonces, es el maestro obligado que muestra el camino y Palladio, su noble alumno. Haremos entrar a los estudiantes por una puerta tan digna como la tradición cultural greco-latina y ellos mismos se merecen.
Haremos una pequeña piazza en el vértice de la esquina para compartir con la ciudad el privilegio de ser universitarios, le daremos presencia y dignidad a un crucero mezquino y traeremos al presente lo mejor de la antigua civitas, ésa que se perdió entre los topes, los puestos ambulantes, las sirenas de ambulancias y las bolsas y botellas de plástico que ensucian la calle.
Así, al frente, la puerta de 4 metros de altura reduce su ancho conforme se eleva, siguiendo el buen juicio de Vitruvio. Por dentro se alzan 4 columnas toscanas que se reducen a partir de un tercio de su altura según lo recomienda Andrea Palladio. Los espacios entre cada una son de una vez y media el de su diámetro. El pórtico es pequeño pero alto, desde él se accede a la conserjería, y de frente, al grueso de los salones y áreas administrativas. Escalones curvos elevan el acceso que se yergue simétrico por sobre las irregularidades del terreno.
Los materiales usados son el tabique oscuro, aparente, usado a tizón y la piedra conocida como “blanca Alaska” pero proveniente de Pachuca. El contraste es clásico también y recuerda la interpretación clásica que hace Jefferson en Monticelo. En el piso se colocó piedra laja irregular y en los escalones cantera rosa. Los faroles se diseñaron con sencillez usando esferas translúcidas. En resumen, la obra tiene dos fachadas, la que da a la calle y la interior que se aprecia desde los edificios de la escuela.
La eterna contemporaneidad
El vocabulario clásico del que hablábamos al principio ha comenzado por obtener el respeto de los vecinos, quienes se esfuerzan ahora por seguir mejorando los alrededores, conscientes de que tienen un buen punto de referencia. La gran virtud del clasicismo bien proporcionado es que es atemporal, tan antiguo como las grandes piedras filosofales sobre las que
se cimenta nuestra civilización occidental y tan contemporáneo como las ideas de dignidad humana que alimentan la sociedad justa a la que aspiramos. Además sabe envejecer, adquiere encanto con los años, no pasa de moda, no caduca jamás.