La Casa del Poeta
Publicado en CAMBIO Estado de México 65, octubre 2010
El mes pasado falleció a los 84 años la poetiza Carmen Rosenzweig. Acudí a su velorio desconcertada, no sabía que hubiera estado enferma; conversé y me carcajee con ella no mucho tiempo antes durante un desayuno del Ateneo del Estado de México. Me regaló entonces su poemario Volanteo, editado por la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario en la serie Letras de la Colección Mayor. Fui volanteando sus poemas por las noches y a través de ellos conocí mejor a Carmen, pero no nos volvimos a ver para comentarlo.
Supe por su hermana que Carmen murió a consecuencia de un accidente casero, supe por Graciela Santana que la casa de Carmen no estaba a la altura de sus poemas. Supe por Inocente Peñaloza que Carmen tenía algún tipo de plaza o beca del Instituto Mexiquense de Cultura y supe por Margarita García Luna que Carmen estuvo internada largos días antes de fallecer.
Saliendo de velorio, la ciudad de Toluca me mostró sus casonas vacías y abandonadas, tan bien hechas y de la misma edad de Carmen. La ciudad vacía. Por la calle de Humbolt me asalta un cartel de SE VENDE en la fachada de la Vecindad del Hoyo, una propiedad elegante como pocas con arcos de tabique aparente. Me surge la idea de que los amigos de Carmen Rosenzweig debemos adquirir la propiedad para convertirla en La Casa del Poeta.
Supe por Juan Villoro que, en la Ciudad de México, la Casa del Poeta funciona en el edificio donde murió Ramón López Velarde, el poeta pobre que no tuvo casa y que rentaba un cuarto en el centro de la ciudad. (Su reciente artículo Suave Patria en el diario Reforma del 17 de septiembre es un homenaje a López Velarde y al México limpio y sencillo que todos echamos de menos). Regreso a la esquina de Humbolt y León Guzmán, tomo el número del anuncio de venta, llamo y me disparan la cifra de nueve millones trescientos mil pesos. Me desmorono. ¿Cuántos amigos debería yo juntar para entre todos adquirir la propiedad? Necesitaría conseguir al menos 930 amigos dispuestos a colaborar con diez mil pesos cada uno para la Casa del Poeta y al menos otros 200 amigos más para poder restaurar la casona y volverla un palacio de poesía viva, de lecturas, de hospedaje para poetas viejos, de charlas en el patio, de libros y de volanteos.
Debo reponerme y no darme por vencida. Veré qué puertas toco, qué proyecto viable puedo ofertar a algún inversionista. Carmen se merece el esfuerzo y la ciudad de Toluca también. Toluca la bella, todavía existe y puede revivirse. La Vecindad del Hoyo debe conservarse y con suerte llegará a albergar la Casa del Poeta mexiquense.
Publicado en CAMBIO Estado de México 65, octubre 2010
El mes pasado falleció a los 84 años la poetiza Carmen Rosenzweig. Acudí a su velorio desconcertada, no sabía que hubiera estado enferma; conversé y me carcajee con ella no mucho tiempo antes durante un desayuno del Ateneo del Estado de México. Me regaló entonces su poemario Volanteo, editado por la Biblioteca Mexiquense del Bicentenario en la serie Letras de la Colección Mayor. Fui volanteando sus poemas por las noches y a través de ellos conocí mejor a Carmen, pero no nos volvimos a ver para comentarlo.
Supe por su hermana que Carmen murió a consecuencia de un accidente casero, supe por Graciela Santana que la casa de Carmen no estaba a la altura de sus poemas. Supe por Inocente Peñaloza que Carmen tenía algún tipo de plaza o beca del Instituto Mexiquense de Cultura y supe por Margarita García Luna que Carmen estuvo internada largos días antes de fallecer.
Saliendo de velorio, la ciudad de Toluca me mostró sus casonas vacías y abandonadas, tan bien hechas y de la misma edad de Carmen. La ciudad vacía. Por la calle de Humbolt me asalta un cartel de SE VENDE en la fachada de la Vecindad del Hoyo, una propiedad elegante como pocas con arcos de tabique aparente. Me surge la idea de que los amigos de Carmen Rosenzweig debemos adquirir la propiedad para convertirla en La Casa del Poeta.
Supe por Juan Villoro que, en la Ciudad de México, la Casa del Poeta funciona en el edificio donde murió Ramón López Velarde, el poeta pobre que no tuvo casa y que rentaba un cuarto en el centro de la ciudad. (Su reciente artículo Suave Patria en el diario Reforma del 17 de septiembre es un homenaje a López Velarde y al México limpio y sencillo que todos echamos de menos). Regreso a la esquina de Humbolt y León Guzmán, tomo el número del anuncio de venta, llamo y me disparan la cifra de nueve millones trescientos mil pesos. Me desmorono. ¿Cuántos amigos debería yo juntar para entre todos adquirir la propiedad? Necesitaría conseguir al menos 930 amigos dispuestos a colaborar con diez mil pesos cada uno para la Casa del Poeta y al menos otros 200 amigos más para poder restaurar la casona y volverla un palacio de poesía viva, de lecturas, de hospedaje para poetas viejos, de charlas en el patio, de libros y de volanteos.
Debo reponerme y no darme por vencida. Veré qué puertas toco, qué proyecto viable puedo ofertar a algún inversionista. Carmen se merece el esfuerzo y la ciudad de Toluca también. Toluca la bella, todavía existe y puede revivirse. La Vecindad del Hoyo debe conservarse y con suerte llegará a albergar la Casa del Poeta mexiquense.
hola arquitecta, yo creo que lugares como este no tiene precio, y mucho menos con la historia que ya tiene, creo que vale la pena retomar esta edificacion y hacer algo grande de ella, hare la labor de buscar e informar esto para que se pueda comprar, como siempre usted es muy asertiva en todos su sueños y proyectos, saludos y me uno a su causa saludos
ResponderEliminarkaren Poulain
Arquitecta, que entrada! Que lastima que ese hermoso edificio se encuentre en ese estado! Su idea me parece genial, ideas como esas son las que nuestro estado necesita, ojala pudiera apoyarla economicamente para el proyecto pero ni como! Pero cuenta con todo mi apoyo!! Estoy con usted!!
ResponderEliminarMe trae esa lugar hermosos recuerdos porque ahí creció mi mamá y nosotros también. Mi bisabuela que vivió más de 30 años, era un lugar con historias y lo más reconocible es de que era la única todavía en función. Pocas personas se dieron la oportunidad de entrar y ver los aun restos de los condominios que estaban en servicio.
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