Mi Negro Feo
Salvador dejó
de vivir cuando llevábamos 47 años juntos. Sal fue la sal de mi vida. Y sí era
salobre. Su humor negro, entre mexicano y bizarro, me hizo zancadillas siempre.
Caía una y otra vez, como si no lo conociera.
Sal, Negro
feo, Pa, Papi o Papá. No importaba cómo le llamara: contestaba a las
quinientas, hablando de algo que traía en mente, nunca de lo que yo le
preguntara. Costaba entonces ponerse en sintonía y mantener un diálogo en la
misma frecuencia. Pero cuando eso ocurría, ¡qué placer su charla! Lenta, lenta
pero segura. Pensaba fuera de la caja, es decir, nunca como los demás.
Dialéctica constante, gimnasia mental.
Le costaba
entender cosas fáciles, o más bien, no les ponía atención. Resolvía todo por sí
solo sin preguntar nada a nadie.
Sus afectos
fueron pocos: sus padres, su hermano, su primer sobrino, sus hijos, su yerno,
sus nietos y yo. A ese círculo se puede añadir con bemoles la familia política
argentina, sobre todo la benjamina.
Todos los
demás familiares, por ser creyentes, caían fuera de su gracia. No toleraba el
pensamiento mágico, verbigracia ni horóscopo ni Biblia (nadie lo juzgue por el
tamaño de la última versión que adquirió, la facsimilar de la primera edición de
Guttenberg). Admiraba el libro y el revuelo reformista que había armado.
Vale la pena
recordar cómo, luego de redactar algún pasaje científico difícil, quedaba extenuado
intelectualmente y era entonces capaz de ver la tele sin saber qué estaba
viendo, sin entender qué equipos jugaban ni importarle quién ganara.
Gustaba de
las plantas. Hizo ya enfermo un jardín de suculentas en macetas de piedra,
verdaderamente artístico. Gustaba
también de la música clásica y del jazz. Memoria y oído. Algo de tango también.
¡Esa
memoria! lo llevaba a encontrar pasajes en revistas antiguas, a dar con un
poema en medio de su inmensa biblioteca o con la cita curiosa precisa, antes
del internet por supuesto. Su acervo consta de miles de libros, solo
cuantificable por metro lineal de librero. Tuvo producción propia, de gran
calidad. Escribía con mayor facilidad en inglés que en español y su ortografía
era también mejor en inglés.
Sus
colecciones amateurs fueron: la numismática, los fósiles, algunas obras de
arte, pajaritas y gorras inglesas y argentinas. Tuvo también soldados de plomo,
barcos y trenes a escala. Durante la pandemia construyó una gran maqueta para
ponerlos a andar. Se quedó con ganas de viajar nuevamente en tren en México.
De sus
numerosos viajes al extranjero contaba anécdotas colosales, muy aderezadas y
siempre memorables. Supo hacerse
recordar.
En memoria de
Salvador Galindo Uribarri, su mujer
Susana
Bianconi.
Septiembre/octubre
2022
Salvador Galindo PhD
(April 22nd 1950 – September 3rd 2022)
Salvador Galindo-Uribarri was born in Mexico City
where he studied Physics at UNAM (Universidad Nacional Autonoma de México). In
1974 he was awarded a scholarship from the British Council and thus became a
proud eularian at Oxford.
His research was done at the Clarendon Laboratory
under Professor Bleaney and the guidance of Dr. John Owen. Teddy Hall was his
realm.
He got married in Carfax in 1976 and had also time
to raw a couple of seasons.
Back in Mexico, he worked at the ININ (Instituto
Nacional de Investigaciones Nucleares) from 1979 onwards. His scientific
production was broad, books and papers both in Solid State Physic (Magnetic
Resonance Technique) and in much quoted papers on Scientific divulgation, such
as two written in co-author with Nobel Prize George Smoot.
During several years he trained and accompanied
young students to the Physics Olympic competitions all over the world.
Collected stories, and memories. During Covid-19 made a large modelling for
trains. His personal library is awesome.
He leaves his wife Susana Bianconi; two children:
Andres Galindo-Bianconi (39) and Ana Emilia Galindo-Bianconi (37) and two
beloved grandchildren.
RIP