domingo, 2 de octubre de 2022

La Sal de mi Vida

 

Mi Negro Feo   


 

Salvador dejó de vivir cuando llevábamos 47 años juntos. Sal fue la sal de mi vida. Y sí era salobre. Su humor negro, entre mexicano y bizarro, me hizo zancadillas siempre. Caía una y otra vez, como si no lo conociera.

Sal, Negro feo, Pa, Papi o Papá. No importaba cómo le llamara: contestaba a las quinientas, hablando de algo que traía en mente, nunca de lo que yo le preguntara. Costaba entonces ponerse en sintonía y mantener un diálogo en la misma frecuencia. Pero cuando eso ocurría, ¡qué placer su charla! Lenta, lenta pero segura. Pensaba fuera de la caja, es decir, nunca como los demás. Dialéctica constante, gimnasia mental.

Le costaba entender cosas fáciles, o más bien, no les ponía atención. Resolvía todo por sí solo sin preguntar nada a nadie.

Sus afectos fueron pocos: sus padres, su hermano, su primer sobrino, sus hijos, su yerno, sus nietos y yo. A ese círculo se puede añadir con bemoles la familia política argentina, sobre todo la benjamina.

Todos los demás familiares, por ser creyentes, caían fuera de su gracia. No toleraba el pensamiento mágico, verbigracia ni horóscopo ni Biblia (nadie lo juzgue por el tamaño de la última versión que adquirió, la facsimilar de la primera edición de Guttenberg). Admiraba el libro y el revuelo reformista que había armado.

Vale la pena recordar cómo, luego de redactar algún pasaje científico difícil, quedaba extenuado intelectualmente y era entonces capaz de ver la tele sin saber qué estaba viendo, sin entender qué equipos jugaban ni importarle quién ganara.

Gustaba de las plantas. Hizo ya enfermo un jardín de suculentas en macetas de piedra, verdaderamente artístico.  Gustaba también de la música clásica y del jazz. Memoria y oído. Algo de tango también.

¡Esa memoria! lo llevaba a encontrar pasajes en revistas antiguas, a dar con un poema en medio de su inmensa biblioteca o con la cita curiosa precisa, antes del internet por supuesto. Su acervo consta de miles de libros, solo cuantificable por metro lineal de librero. Tuvo producción propia, de gran calidad. Escribía con mayor facilidad en inglés que en español y su ortografía era también mejor en inglés.

Sus colecciones amateurs fueron: la numismática, los fósiles, algunas obras de arte, pajaritas y gorras inglesas y argentinas. Tuvo también soldados de plomo, barcos y trenes a escala. Durante la pandemia construyó una gran maqueta para ponerlos a andar. Se quedó con ganas de viajar nuevamente en tren en México.

De sus numerosos viajes al extranjero contaba anécdotas colosales, muy aderezadas y siempre memorables.  Supo hacerse recordar.

 

En memoria de Salvador Galindo Uribarri, su mujer

Susana Bianconi.

Septiembre/octubre 2022

 

 

 

Salvador Galindo PhD   

(April 22nd 1950 – September 3rd 2022) 

 

Salvador Galindo-Uribarri was born in Mexico City where he studied Physics at UNAM (Universidad Nacional Autonoma de México). In 1974 he was awarded a scholarship from the British Council and thus became a proud eularian at Oxford.  

 His research was done at the Clarendon Laboratory under Professor Bleaney and the guidance of Dr. John Owen. Teddy Hall was his realm. 

 He got married in Carfax in 1976 and had also time to raw a couple of seasons. 

 Back in Mexico, he worked at the ININ (Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares) from 1979 onwards. His scientific production was broad, books and papers both in Solid State Physic (Magnetic Resonance Technique) and in much quoted papers on Scientific divulgation, such as two written in co-author with Nobel Prize George Smoot.  

 During several years he trained and accompanied young students to  the Physics Olympic competitions all over the world. Collected stories, and memories. During Covid-19 made a large modelling for trains. His personal library is awesome. 

 He leaves his wife Susana Bianconi; two children: Andres Galindo-Bianconi (39) and Ana Emilia Galindo-Bianconi (37) and two beloved grandchildren. 

 RIP