CICATRIZACIÓN
NATURAL
Susana Bianconi
Los pedregales no tienen lagunas.
Esto es porque los terrenos rocosos dejan pasar el agua y la re-infiltran al
suelo. Para retener el agua se requieren suelos impermeables, generalmente
sedimentarios.
Así, y como ejemplo, diremos que la
Sierra de las Cruces absorbe agua, mientras, a sus pies, las lagunas del Lerma
la contienen.
Lo mismo ocurre con el Pedregal de
San Ángel, donde se asienta nuestra Universidad Nacional Autónoma de México.
Las rocas del pedregal dejan sumergir el agua entre sus oquedades. Y sin
embargo…
Hace 31 años, la Ciudad de México se
vio envuelta en una nube de polvo luego de la sacudida del temblor del 19 de septiembre. Cuando se pudo volver a ver
entre las partículas, la visión fue una de desolación: edificios ladeados,
semiderruidos, banquetas alzadas, cascotes, cables y postes tirados.
Emergencia.
La UNAM, la inmensa Universidad,
abrió los brazos a todos esos despojos de la ciudad y recibió el cascajo.
Permitió que esa mezcla de materiales retorcidos hallaran reposo en la cantera
del Pedregal de Santo Domingo, sitio donde años atrás se sacaba material de
construcción.
Y pasaron los años.
Unos cuantos lagos aparecieron en la
superficie de este tiradero a cielo abierto. Llegaron aves, nacieron plantas,
croaron ranas y en el lapso de una generación el sitio es otro. La naturaleza
se regeneró, o mejor dicho, generó un nuevo lugar con características propias
sobre el pedregal original. Ahora hay una trotapista, un Centro de Desarrollo Comunitario
y entrenan Los Pumas amparados por los acantilados de la vieja cantera. Se
llega a pie desde el Metro Universidad.
La palabra de moda para un fenómeno
como el que describo es resiliencia, pero suena tan fea y es tan difícil de
pronunciar, que prefiero usar la palabra cicatrización. La combinación de un
suelo nuevo (formado de los más diversos materiales) y la acción del clima
local permitieron dar vida a un gran tonelaje de despojos inerte. Sí se puede,
dice esta fábula. Sí nace vida de la muerte. Sí hay que darle una oportunidad
al tiempo, como a Hiroshima, para renacer de las cenizas.
Fototo del Google Maps
¿Cuántos cataclismos tendremos que
capotear para recuperar el paraíso perdido del río Lerma? ¿Cuántos siglos
habrán de pasar para recuperar el lago de Texcoco que el gobierno federal está
matando para echar a andar un aeropuerto contrahecho? ¿Cuántos incendios habrá
que tolerar antes de sanear los charcos de gasolina de las cotidianas tomas
clandestinas? ¿Cuántas inundaciones habremos de sufrir antes de parar la
pavimentación del territorio?
No todo es desesperanza. La Cantera
del Pedregal hoy se llama Parque Ecológico Experimental y es el Ave Fénix del
terremoto de 1985.