Susana Bianconi
Publicado por el Fondo Editorial del Estado de México en el libro
Arquitectura Vernácula y Tradicionalista del Estado de México,
febrero 2016
La higuera permanece
como muda vigía
en esta casa de siglos,
contagiando de savialos cimientos añejos
que la levan al viento
Y por eso la Higuera
-lengua del caserón-
congrega los presagiosen
en obscuros racimos
Flor Cecilia Reyes
Arquitectura Vernácula y Tradicionalista del Estado de México,
febrero 2016
La higuera permanece
como muda vigía
en esta casa de siglos,
contagiando de savialos cimientos añejos
que la levan al viento
Y por eso la Higuera
-lengua del caserón-
congrega los presagiosen
en obscuros racimos
Flor Cecilia Reyes
Los Patios
El patio nos habla de un tiempo
pasado que fue mejor. En Metepec, el patio de la casona de Jorge Luis y Flor
Cecilia ha sobrevivido, gracias a la sensibilidad de ambos, a los avatares de
la propiedad, que como tantas otras ha sido dividida entre herederos y
destinada a fines diversos. Hoy en ese patio se escucha el Jazz que proviene
del restaurante de la planta alta, donde el piano está montado sobre la troje y
donde las ramas altas de la higuera alcanzan la terraza de los fumadores que
adivinan la luna entre sus follaje. Las subastas de arte, las catas de vino y
las charlas de amigos se dan en torno al patio de esta casona en esquina que ha
corrido con la suerte de mantenerse en pie para dar identidad al pueblo mágico.
Las partes constitutivas del patio
Esencialmente el patio mexiquense se
define por un rectángulo abierto al centro de un inmueble y a nivel de calle,
rodeado de un pasillo alzado por tres o
cuatro escalones. Este corredor soporta su techo con columnas esbeltas formadas
por una basa de cal y canto repellada, una base de piedra labrada y un fuste de
madera cilíndrico de al menos tres metros de altura. Barandales o poyos
circulan la galería, a la cual se abren los cuartos con delgadas puertas de dos
hojas y generosa altura.
El rectángulo central está
generalmente embaldosado con cuarterones de barro o lajas de piedra y puede
contener al medio una fuente, resabio del aljibe del pozo de agua.
Fig. 1- Sede alterna COLMEX,
Toluca Fig. 2 Ex Hacienda San Martín, Ocoyoacac
El acceso al patio
El zaguán por el que se accede al
patio desde la calle puede tener una o dos puertas: el portón grande y sólido
que se alinea con los muros a pie de banqueta y el segundo, de reja de madera,
el que aun permaneciendo cerrado permite la compra de tortillas o de hierbas a
través de sus barrotes. Facilita también la vista furtiva hacia ese el pozo de
luz y verdor que es el patio, sin invadir la privacidad de la casa.
La vegetación de los patios
La vegetación de los patios
mexiquenses es una miscelánea difícil de comprender al primer vistazo. A pesar
de las variedades climáticas del Estado, la característica común de los patios mexiquenses
es el coleccionismo, es decir, la variedad per se. En tierra o en macetas, las
plantas no siguen un diseño cromático o una voluntad de conjunto, sino una suma
de partes, todas ellas distintas entre sí.
Fig. 5 Casa de la Sra. Mary, Santa Ana Tlapaltitlán,
Toluca. Foto: Felipe Consuelo
Un par de frutales es lo más que
vamos a encontrar en cuestión de árboles en un patio mexiquense, como los dos
guayabos de la casa Joaquín Arcadio Pagaza de Valle de Bravo. Pero en cuanto a
plantas se refiere, la lista es interminable y el caos visual también. No será
raro que un ama de casa rechace una planta regalada porque “esa ya la tengo” y
la cambie por alguna otra, como coleccionista de estampillas. Consecuentemente,
el ojo no reposa en un arriate lila o en un maciso amarillo, sino que salta nervioso de un lugar a otro como
tratando de encontrar la cabecita alada en un retablo barroco.
Las plantas silvestres no forman
parte de este conjunto, salvo algunas medicinales. Las jaulas de pájaros en
cambio están presentes con su cauda de trinos que nadie osa poner en libertad y
la diversidad de botes y macetas varias, dista mucho de formar un ritmo o una
cadencia coherente. Debe reconocerse que detrás de este coleccionismo hay una
persona amante del color y de la vida, que riega las plantas y que habla con ellas.
Terapia cotidiana de ver crecer y florecer un “piecito” obsequiado por la
vecina o una añosa enredadera de la abuela.
Abuela que toma el sol en la galería
del patio, que se acomoda trabajosamente donde el sol le entibia sus rodillas y
no le quema la cabeza cana. Privilegio de este espacio semi-cubierto íntimo y
familiar que es el corredor del patio, donde la fruta la provee la higuera o el
guayabo y donde el aire está impregnado de aromas dulces que juegan en el patio
donde el viento nunca arrecia, donde las heladas no caen y donde el cielo se
abre entre el follaje.
Adiós a los patios
Coincide la desaparición de los patios con la introducción del concreto
armado. Y no es casualidad sino evidencia, del fin de la arquitectura vernácula
en las zonas urbanas del Estado de México. La fecha puede ubicarse en la década
de 1940. La industrialización se exportaba desde Hollywood a toda
Latinoamérica. El patio se cambió por el jardín en rededor de la casona, cuando
Pedro Infante se bajó del caballo para subirse al convertible.
Con la pavimentación de las calles en concreto
hidráulico (que en Toluca ocurre en 1951) llegan los autos americanos, el
garaje al frente, la casa al centro del predio y el adiós a los patios.
Esencia
El patio es a la casa lo que los
portales son a la plaza. Patio y plaza han desaparecido de los vocabularios
arquitectónicos y urbanísticos contemporáneos. Son, sin embargo, parte de un
pasado patrimonial que valoramos los nostálgicos… y algunos buenos arquitectos
como Mario Schejtnan y Jorge Calvillo.
Fig. 6 y 7: Malinalco, patios de
Mario Schetjnan y de Jorge Calvillo