publicado en CAMBIO del Estado de México, #116, enero 2015
La
felicidad consiste en poder ir caminando a la escuela, las cuatro o cinco cuadras desde la casa, por
un camino amable de banquetas anchas y arboladas por donde ir pateando una
piedra o pisando las hojas otoñales. Y al cabo llegar a la institución que nos
reciba con una plazoleta al frente, un espacio que nos permita juntarnos y
tener lugar donde despedirnos de los papás, donde saludar y charlar a la
salida.
Ensanchar
las banquetas para arbolarlas y echar para atrás algunas bardas escolares para
abrir espacio público está al alcance de nuestra mano. Veamos cómo.
Los carriles vehiculares son innecesariamente
anchos; si los reducimos un poco lograremos bajar la velocidad de los carros y
habremos ganado espacio para hileras de árboles. Con esta sencilla acción, el
valor de todos los inmuebles a lo largo de la calle subirá inmediatamente… y la
ida a la escuela será un paseo. ¿Cuáles variedades convendrá plantar? Aquí los
vecinos tienen mucho que decir, pero yo recomiendo árboles con encanto. Aquí
van algunos:
- Ciruelos rojos
- · Patas de Vaca
- · Naranjos
- · Nísperos
- · Truenos o
- · Magnolias
Usando
una sola especie a lo largo de la calle, su crecimiento dará unidad, elegancia
y distinción, es decir, nuestra calle será única y distinta a las demás, las que
habrán sido plantadas con otra especie. Identidad. Habremos dado identidad a
nuestra calle y placer a los vecinos sin riesgos de raíces en banquetas, porque
recordemos que los habremos plantado a lo largo de la franja verde que le hemos
ganado a la calle.
Y
en la plazuela del acceso de la escuela podríamos plantar un par de:
- · jacarandas o
- · ailes, o
- · encinos o
- · fresnos.
Variedades
hay muchas. Y por el espacio, a veces sobra o está subutilizado en las escuelas
donde las bardas aíslan franjas de tierra de nadie entre los inmuebles y la
calle. Se trata sólo de “echar pa’tras” la puerta principal (como se hizo en la
esquina de la Preparatoria 5 de la UAEMex) y la ciudad toda sale ganando.
Puerta principalísima y peatonal, nada de accesos vehiculares principales
porque estamos hablando de estudiantes que llegarán a pie, caminando por calles
y avenidas arboladas y que serán recibidos, despedidos y recogidos en la
plazuela que antes no existía y que materializamos con un simple rediseño de
áreas libres. Ahora, los dos árboles del acceso principal irán creciendo junto
con los niños y serán magnos árboles cuando sus propios hijos vayan a su vez a
la escuela.
Estas
micro acciones urbanas pueden ser llevadas a cabo por los vecinos, sin esperar
a que salgan del municipio o de la SEP. Ni una instancia ni la otra se han dado
cuenta de que vivir en un lugar bonito, hace bien a la gente. Que un chico que
camina a la escuela hace un poquito de ejercicio, que tanta falta le hace,
después de las horas paralizantes del salón de clases.
Cuando
se planta un árbol se piensa en la generación por venir, por eso es una tarea
noble porque no se acaba en la mera plantación sino que se disfruta a lo largo
del crecimiento y conlleva humanidad, buenas intenciones y amplitud de miras, cualidades
muy distintas a las más socorridas -por rápidas- de echar firme y esterilizar el territorio. El
arbolado urbano habla bien (o mal) de la ciudad.