Vías Rápidas
Publicado en CAMBIO del Estado de México No99, Agosto 2013:32
Allá por 1980 la Ciudad de México
trataba de revertir algunos desatinos. Por ejemplo, trasladaba el Caballito de
Tolsá a una plazuela adecuada a su tamaño, ideal para su contemplación. Así
mismo, reubicaba La Diana Cazadora a una glorieta de Paseo de La Reforma, donde
se la pudo volver a disfrutar. Quiero decir que se había empezado a revalorar
la ciudad a escala humana, dejando un poco atrás la ciudad de escala vehicular.
Hoy sin embargo la Ciudad de México
está escuchando el canto de las sirenas de los productores de cemento y regresa
al esquema de las vialidades de alta velocidad pero con un agravante: con el
cobro de peaje. El paisaje urbano que estas vialidades nos proporcionan evocan
los grabados de Giovanni Battista Piranesi, sitios descomunales, tétricos,
paralizantes.
Y si acaso sólo la ciudad de México
fuera la afectada, podríamos pensar que los demás nos salvamos del barbarismo,
pero no, ahí vamos los provincianos a copiar lo mal hecho. Porque para paisajes
tétricos los cerros encementados del nuevo ramal a Valle de Bravo. Para
paisajes descomunales y desolados, la obra
que se está construyendo en el norte de Toluca en el crucero de Alfredo
del Mazo y López Portillo donde los árboles fueron talados para ver crecer en
su lugar paredes sólidas infranqueables que sólo permitirán pasar a toda
máquina a los trailers que abastecen la Central de Abastos.
¿Por qué en lugar de este
desproporcionado crucero vehicular, no se abrió una vía a través de la zona más
pobre y olvidada de Toluca, que podríamos llamar el Arquito Norte? El abanico
comprendido entre la salida a Atlacomulco y la salida a Xonacatlán está
incomunicado, está abandonado a su suerte, a su pobreza y a su crecimiento
anárquico y desangelado. Una amplia vialidad con camellón arbolado al centro
por esa zona haría innecesario el antiestético y “piranésico” distribuidor vial
que está en marcha.
¿Por qué partir literalmente en
cuatro esa parte de la ciudad? Llegaremos al absurdo de tener que abordar un
taxi para cruzar la calle, como ocurre entre el Hotel del Rey y el Museo
Bicentenario. ¿Qué ciudad pretendemos tener? ¿Una donde los museos sean
accesibles desde helicópteros? Vuelvo a la Ciudad de México y me duelo de no
conocer el Museo de la Cartografía ubicado en un antiguo inmueble religioso y
ubicado en Periférico y Viaducto…
Y el dolor es por mí, por el aislado
museo, por la ciudad fea, por el peatón olvidado, por la indiferencia de los
que toman decisiones obsenas…