El puente del siglo XVII que cruza el río Lerma se atribuye
al fraile carmelita Andrés de San Miguel. Fue construido en piedra y se compone
de tres arcos, tan bien hechos que aún están en pie a pesar de soportar cargas muy
superiores a las que lo cruzaban entonces. Ha dado un servicio ininterrumpido a
lo largo de 360 años como parte del Camino Real que comunicaba la ciudad de
México con Toluca. Al pasar por él observamos un par de hornacinas que le
confieren personalidad y dignidad tanto a la obra civil como al río que salva.
Su elegante perfil es inconfundible.
En la actualidad el
río ya no serpentea, es recto, carece de árboles en las orillas y el nivel de
sus aguas, como se aprecia en las fotos contemporáneas, está mucho más alto que
antes. Este hecho se deriva de la alteración topográfica del sitio. Río y
lagunas han dejado de ser una unidad y están incomunicados debido a los terraplenes elevados y compactados
de las márgenes. La temporada de lluvia anega los campos y el agua se estanca,
sin regresar al cauce. Todo se pudre y huele mal. Las tierras inundables, las antiguas lagunas, han
sido ocupadas por empresas y particulares y la carretera Lerma-Tenango se ha montado
sobre el terraplén.
El puente histórico corre peligro. Para evaluar los daños que
ha sufrido a lo largo de su vida útil, es necesario darle tregua y para eso se
debería desviar el tráfico por algún otro puente. ¿Cómo conservarlo? y ¿cómo
convivir con el pasado desde un presente de agresiva industrialización que no
respeta el paisaje como parte del patrimonio? Despojos de esa industrialización
agresiva son el río Lerma y su antiguo puente carmelita. El río más largo de
México nace muerto en Almoloya del Río, reducido a un solo manantial de los nueve
que le daban nombre y origen. El Chignahuapan era un cuerpo de aguas someras que se hacía grandote y se hacía chiquito
recurrentemente: se convertía en una gran laguna durante la época de lluvias y
se reducía a tres cuerpos en época de estiaje.
Pero la vuelta al
pasado es imposible. La intervención desaseada sobre el territorio y el enredo
de intereses y torpezas ambientales impiden la conservación del puente antiguo.
A diferencia de Europa que exhibe sus
puentes romanos de 2,000 años de antigüedad, sobre ríos de agua limpia,
nosotros convertimos el río Lerma en un canal, sus lagunas en un pudridero y el
puente en un dique de basura.
Propuesta de Salvamento
Aventuro mi
propuesta, porque malo será que el
puente sea demolido, para que aparezca en su lugar otro cualquiera y que los
despojos de sus piedras labradas acaben en cascajo. Para que su conservación y
su vida útil vayan de la mano propongo elevar sus pilas al menos un metro y medio, entre el lecho del río y el arranque de los
arcos. Así la calzada se alzará completa sobre las márgenes elevadas del río y
la figura original del puente podrá conservarse mientras que su estructura
dejará de ser un impedimento para que corra el agua de río. La tarea es
compleja, requiere una gran obra de soporte temporal, gatos que vayan elevando
la estructura entera de a poco hacia arriba hasta el nivel deseado y por último
la restauración de sus piezas afectadas y la limpieza del conjunto. La idea es que el puente de Lerma vuelva a dar
servicio en el mismo sitio donde se encuentra hoy.
Ahora bien, de no ser posible esta empresa, será vital hacer
un puente nuevo. Pero un puente contemporáneo de gran nivel, que incluya un
andador peatonal desde donde se pueda contemplar a pie el río en forma segura.
Un puente que sea una pieza de regocijo estético y de orgullo tecnológico. Un
puente de lujo, para lo cual deberá abrirse a concurso para que gane el que equivalga
en calidad y estética a este maravilloso puente que Fray Andrés de San Miguel construyó
donde alguna vez estuvo el puente levadizo azteca, en este nudo histórico de
idas y vueltas que se conoce como El Puente de Lerma.