ORFANDAD
Publicado en CAMBIO del Estado de México en Enero 2011
La subordinación del INBA y del INAH al Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CONACULTA) en esta primera década del siglo XXI, ha tenido consecuencias desastrosas para la conservación patrimonial de inmuebles de valía. El Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA) debería hacer por el siglo XX, lo que el INAH hace por el patrimonio de todos los siglos anteriores. Sin embargo, fuera de la Ciudad de México el INBA no existe en materia de conservación, valoración y catalogación de sitios y monumentos.
Según el teórico de la arquitectura León Krier, durante el siglo XX se construyó más que en todos los siglos anteriores de la humanidad. Por un lado la población mundial pasó de 1,500 a 6,000 millones y por otro la sociedad de posguerra se volvió consumista y vio con malos ojos la conservación del patrimonio heredado y lanzándose una aventura demoledora contra todo lo que se apreciara como pasado de moda.
A pesar de ser la arquitectura una industria pesada y compleja, el vértigo del Movimiento Moderno logró construir colosos y a la vez destruirlos a los pocos años sin el menor sentido de culpa, sin remordimientos estéticos ni ambientales. El siglo XX construyó rascacielos consumidores de energía, creó aeropuertos y los manoseó hasta volverlos irreconocibles, alzó estadios y los tumbó.
Mientras lo construido antes de la segunda guerra Mundial fue de buena calidad y con finos detalles (pensemos en el Art Decó), lo construido a partir de la posguerra fue frenético, irrespetuoso y barato, donde algunas tendencias de moda se reprodujeron sin ton ni son a lo largo y ancho del planeta. México también se sumó al Movimiento Moderno de la arquitectura, pero tuvo un componente excepcional que le dio personalidad propia: la estima de sus raíces. Así surgieron obras magníficas que amalgamaron la vanguardia con la identidad mexicana y así lo entendió la UNAM cuando impulsó ante la UNESCO a su Ciudad Universitaria de El Pedregal como Patrimonio Mundial de la Humanidad.
Separar la paja del trigo es tarea de especialistas conocedores. El ojo fino que aprecia los valores arquitectónicos de un inmueble y que logra traducirlos para que todo el mundo los apropie es lo que hace ICOMOS (Consejo Internacional de Monumentos y Sitios por sus siglas en inglés). A nivel nacional sin embargo, lamentamos la ausencia del ente que vele por la salvaguarda del patrimonio construido del siglo XX fuera del Distrito Federal.
Obvio resulta decir que no todo lo hecho a lo largo de la centuria pasada debe ser preservado, máxime cuando, como hemos comentado, algunas obras se caen solas por malhechas y otras son de tan baja calidad plástica que hacen daño al entorno en el que nacen, generalmente como producto de la demolición de obras anteriores más armoniosas con el rededor. Sin embargo, lo poco bueno y valioso merece catalogarse y lamentablemente carecemos de un archivo nacional de bienes inmuebles del siglo XX en los Estados, y el INBA se hace el desentendido.
Creado en 1950 el INBA carece de delegaciones estatales, carece de interés o de presupuesto o de voluntad o está esperando a que una nueva ley mandate al INAH a hacerse cargo de lo que queda del pobre siglo XX cambalache.
Mientras tanto los centros de las ciudades de provincia ven aparecer a diario franquicias comerciales donde antes hubo elegantes inmuebles en esquina que no deberían desaparecer para cambiar de uso. Pero el INBA no reglamenta, no interviene, no existe. En provincia estamos en la orfandad.