lunes, 28 de marzo de 2011

Bastardos


EL NEGOCIO DEL MATRIARCADO

Publicado en Cambio del Estado de México # 70, marzo 2011









Antigua figura paterna


El programa federal Oportunidades impulsa la maternidad irresponsable al premiar con dinero contante y sonante a aquellas mujeres que no ejercen control natal. Así, el modus vivendi de muchas mujeres se ha convertido en parir a expensas de la beca Oportunidades; beca que premia la procreación femenina sin involucrar a los papás en el destino de sus hijos.


El acelerado crecimiento de la población nacional (cuatro millones más de lo esperado en el censo 2010) está estimulado desde el gabinete presidencial. Si bien las becarias de Oportunidades reciben charlas bimestrales donde se les ilustra en controles natales, sólo reciben dinero las que no hacen uso de ellos, las que paren. No se premia en cambio a aquellas mujeres que deciden hacer una carrera, o que se especializan en algún oficio, no se premia a las que esperan juntar un patrimonio antes de traer hijos al mundo. No, nada de eso, Pavlov le da azúcar al animalito que hace lo correcto y las jovencitas haraganas aprendieron rápido la lección: para recibir el azúcar de Oportunidades sólo hay que embarazarse, formarse en la fila de la beca mes con mes y a más hijos, más becas. Nacen niños sin papás (sólo con progenitores), nacen niños de madres prostituidas por un estado pavloviano, son los hijos de mujeres que comercian la carne humana.


La política social que estimula la maternidad sin responsabilidades está llevando a este país a garantizar un ejército interminable de jóvenes mal nacidos y malqueridos que encontrarán refugio en organizaciones clandestinas. La moda de ganar dinero a cambio de procrear hijos devino de una política social bien intencionada pero errada. El Gobierno de la Ciudad de México instrumentó con López Obrador ayudas a madres solteras, lo cual en sí mismo no estaba mal, si se trataba de una mujer con la tragedia personal de haber traído al mundo un hijo sin padre. Pero no se condicionó (y toda beca debe tener condiciones) a no seguir trayendo bastardos al mundo. Consecuentemente fue una política popular que ahora imita el gobierno federal y hasta el Estado de México.


En su discurso del 2 de Marzo el gobernador Enrique Peña Nieto dijo que en este Estado se seguirá apoyando a las madres adolescentes, promocionando así los embarazos de las jovencitas. Como consecuencia de estos incentivos promovidos por los gobiernos de todas las corrientes políticas, se ha tenido que crear una terminología ad hoc, socialmente correcta para referirse a los niños nacidos a cambio de una beca. Ahora a estos chicos se les llama hijos de familias mono-parentales. Es decir, hijos de la chingada porque las becas premian la desintegración familiar al excluir a los hombres de las responsabilidades de la formación de una familia.


El matriarcado comercializado en cómodas becas mensuales está destruyendo la sociedad mexicana, está pulverizando el crecimiento económico y está reproduciendo la pobreza extrema a gran velocidad. Entreguemos becas a las parejas sin hijos que decidan casarse a partir de los 30 años. Que se premie la responsabilidad, que se incentive la madurez y la plenitud de capacidades. Será una política de largo aliento, que cosechará ciudadanos de bien.

domingo, 13 de marzo de 2011

Salud y Arquitectura

SALUD Y ARQUITECTURA

Publicado en CAMBIO del Estado de México No 69; febrero 2011

“Váyase a vivir a Cuernavaca” me dijo hace años un médico que no lograba curarme un resfrío crónico. “Es la receta más cara que me han dado en mi vida”, le contesté mormada y con los ojos húmedos. En ese entonces estudiaba por las mañanas en un edificio frío como nevera, los salones amanecían a 8 grados centígrados y al mediodía llegaban a los 12 grados. Así, entumida de frío, subía al auto que estaba al rayo del sol y que alcanzaba 41 grados en su interior. Esos cambios bruscos de temperatura me traían de médico en médico y de medicina en medicina. Gastaba tiempo y dinero y no me curaba.
Evidentemente quien necesitaba tratamiento no era yo sino el edificio, el que a pesar de tener ventanas no permitía la entrada del sol debido a unos aleros propios de tierra caliente. Y qué decir del estacionamiento que carecía de árboles que mitigaran el sol. El clima del altiplano toluqueño es de alta montaña y consecuentemente los edificios y los espacios abiertos deben manejar la orientación y el asoleamiento con sutileza e inteligencia, es decir: ni tanto que queme al santo ni tanto que no lo alumbre.
Pero no sólo el frío y el calor enferman a la gente. También el aire viciado hace daño. Los edificios carentes de ventilación al exterior, revuelven el mismo aire saturado ya sea con ventiladores o con aparatos de “clima” artificial. Como en los aviones, la gente respira una y mil veces sus propios gérmenes y se enferma; pero antes de eso suele bostezar frecuentemente debido a la carencia de oxígeno. Los techos bajos de las construcciones contemporáneas agudizan el problema. Los grandes salones de antaño contenían mucho más aire gracias a su generosa altura.
Una escalera mal trazada o mal construida no enferma a la gente, sino que la manda directamente a urgencias. Me refiero a la peligrosa diferencia de altura entre un escalón y otro que provoca una caída involuntaria y un hueso roto o un esguince. Los médicos no indagan sobre las condiciones del sitio del accidente ni le recetan arreglos a los escalones, al cabo, no son supervisores de obra. Tampoco preguntan sobre las condiciones del inmueble del paciente.
Hay gente enferma porque que vive en sitios malsanos, en casas con eternas humedades en los muros, donde el sol jamás toca los hongos que crecen en las paredes. Hay gente enferma de ruido porque no descansa en silencio sino que escucha a los del cuarto de junto, a los ruidos de la calle, los gritos de los vecinos, las sirenas de las policías, la música del desvelado. El silencio es reparador, al igual que la privacidad.
Aislación, espacio amplio, seco y sano debería ser la definición de vivienda, aunado a la terapia verde; es decir, a la existencia de un árbol frutal por cada unidad familiar. En caso de que un chico se descalabrara trepando al árbol por la fruta, el médico entenderá que no se trata de un error arquitectónico sino de un apetecible pasatiempo infantil cargado de aventura, de olor y sabor… “mi infancia son recuerdos de un patio de Sevilla/ y un huerto claro donde madura el limonero”…. Antonio Machado lo dice mejor que nadie.